Los que merecen morir
Editorial Alrevés, Barcelona, 2022.
Capítulo 1
—My tailor is rich —imita Rogelio Calzado mientras seca su cuerpo con una mullida toalla blanca.
El vapor flota en el amplio cuarto de baño como una niebla dulce. Rogelio se dice, como siempre que tiene tiempo de tomar una ducha larga y en calma, que en ese cuarto de baño se podría jugar un partido de fútbol de cinco contra cinco, como cuando él era un chaval, allá en Oviedo.
Lo cierto es que cuando era un chaval casi nunca había tiempo para jugar al fútbol, porque había que trabajar. Y cuando por casualidad tenía un día libre, no lo escogían en ningún equipo porque era muy bajito y bastante malo dándole al balón.
«Has nacido con dos pies izquierdos, pequeñín», se burlaban los otros niños, especialmente el guaje Miranda, desde su estatura que hacía suspirar a las niñas del barrio, las mismas que a Rogelio ni le dedicaban una segunda mirada.
Como siempre que esos recuerdos se asoman, Rogelio pasa revista a la vida de cada uno de aquellos engreídos. Ninguno llegó a nada. Miranda tampoco. Acabó trabajando en la mina y lleva en paro más de diez años.
Rogelio lo sabe porque hizo investigar a todos esos compañeros de infancia que tan poca compañía le hicieron.
El que más lejos llegó es gerente de una sucursal bancaria en el pueblo más remoto de Asturias. Una sucursal del banco del que Rogelio es presidente y máximo accionista.
Tanto correr en el campo, pero ninguno llegó a nada.
Él sí. Él tiene un cuarto de baño de mármol en el que se podría jugar un partido de cinco contra cinco.
—Un baño, no: muchos y en muchas propiedades. Seguro que el listo de Miranda caga en un cubo —dice en voz alta, ahora que no hay nadie en casa y no tiene que fingir esos modales que la estirada de su mujer le exige incluso delante del servicio.
—My tailor is rich —insiste la grabación.
—Maitailorisrich —repite Rogelio en voz alta mientras se seca con cuidado el cabello escaso. Repentinamente enfurecido, apaga de un golpe el iPad cuya pantalla parece empañada—. Coño, claro que mi sastre es rico. Y no es para menos, con lo que cobra por cada traje, el mamón.
Pero Rogelio Calzado recuerda las burlas periodísticas por su inexistente dominio del inglés, evidenciado durante una reunión internacional de banqueros, y vuelve a encender el aparato y pone en marcha el programa.
—My name is… —enuncia la voz magistral.
—Mainaimis… —imita Rogelio.
—The children sing.
—Eso, eso: que canten los niños —exclama Calzado, y limpia la pantalla del iPad con la toalla, cierra el programa de enseñanza de inglés para escolares y busca en la biblioteca musical del aparato hasta hallar el álbum deseado.
Como si se tratara de una broma particular, presiona con el índice y sonríe cuando el vapor se llena con los acordes de Crisis? What Crisis?, de Supertramp.
Y Rogelio se felicita una vez más por haber dado el fin de semana libre a los criados, y por el oportuno viaje de su mujer a París, con la previsible intención de desvalijar, tarjeta en mano, las casas de alta costura de la capital francesa. Así puede disfrutar de un par de días en soledad y liberado de la obligación de simular un agobio que no siente.
Las cifran son claras: pese a la paranoia de los mercados bursátiles, sus acciones adquiridas por medio de discretos intermediarios no han dejado de subir en Wall Street y Tokio.
Rogelio Calzado canta, siguiendo al vocalista Roger Hodgson:
I’m a poor boy,
I can still be happy,
As long as I can feel free.
Y sonríe al comprender que comprende el significado de las palabras.
Sube el volumen, se envuelve en una bata mullida y decide celebrar la soledad con dos dedos de whisky, y que le vayan dando a mi médico con sus prohibiciones, que él también se está haciendo rich a mi costa.
Al salir al amplio ante-baño de mármol blanco sigue cantando hasta que su voz se estrangula frente a la presencia inesperada.
La figura viste un mono de trabajo que parece nuevo y lleva en la cabeza un casco amarillo de obrero.
Y no tiene cara.
Calzado recibe el golpe y cae hacia atrás, pero no llega al suelo con la violencia previsible, ni ocurre el golpe en la nuca que adivina mientras se desvanece, morir así no, casi en pelotas no, por lo menos vestido con un buen traje, que al fin y al cabo My tailor is…
La figura sin cara lo aferra en el aire por las solapas de la bata y lo deposita con suavidad maternal sobre el mármol.
Manos enguantadas le dan suaves cachetes en las mejillas para reanimarlo, y aunque Calzado vuelve en sí, se resiste a dejar que sus ojos se abran, no quiere ver esa cara sin cara. Algún resto de racionalidad le dice que es solo una careta blanca, pero eso solo lo asusta todavía más.
Los mismos dedos le abren la boca y ponen bajo su lengua un objeto metálico cuyo sabor le resulta familiar y secreto al mismo tiempo.
Intenta reconocerlo.
Es un disco circular. Delgado y con cierto relieve.
Dulzón.
El banquero comprende y se asusta de verdad.
Es una moneda. De dos euros.
Sabe igual que una moneda de dos euros.
Calzado piensa vagamente que preferiría morir antes que reconocer que conoce el sabor del dinero.
Y de inmediato se arrepiente de ese pensamiento.
Abre los ojos.
La cara sin cara, bajo el casco, lo mira sin ojos.
—Me llamo Nadie —dice.
Y le clava el destornillador en el cuello.
Capítulo 3
El presidente del Gobierno sueña que sueña que suena el Teléfono Rojo. Que no es rojo, sino negro. Pero él sueña que sueña que suena. Y eso lo asusta, porque ese teléfono no debe sonar. Despierta agitado.
El teléfono está en su sitio, sobre la mesa baja en una esquina del dormitorio. Su carcasa imita con eficacia a los viejos aparatos con disco para marcar los números, aunque dentro oculta tecnología de última generación y una línea imposible de intervenir.
Pero es de color negro. Y yo lo quería rojo.
Su mujer se remueve en la cama. Él mira, expectante, hacia el teléfono rojo que no lo es. El dormitorio sigue en silencio.
El presidente respira lentamente. Si siguiera acudiendo a terapia con la doctora Fierro, ella le haría entender que ese sueño no es más que una expresión del estrés provocado por el ejercicio de su cargo, acaso una de sus típicas proyecciones pesimistas que trata de ocultar con un sentido del humor siempre dispuesto a las bromas. Pero, desde que se perfiló como posible candidato a la Presidencia, sus asesores se mostraron amablemente inflexibles al respecto: nada de terapia.
El presidente consulta la hora.
Las seis de la mañana, pero ya es domingo y podré dormir un rato más, decide. Luego correré un poco por el parque, hay que avisar al fotógrafo.
Y decide también que hará cambiar el teléfono negro por uno rojo.
Aquí el presidente soy yo, se recuerda.
Y los asesores, que se pongan como quieran.
Al fin y al cabo, casi nadie sabe de la existencia de ese teléfono. Una línea totalmente segura, para avisarle en caso de catástrofe. De allí que él insistiera en llamarlo el «Teléfono Rojo», como en aquellas películas de espías que veía de niño. Pero sus asesores le advirtieron que había que evitar cualquier matiz ideológico que pusiera en tensión las diferentes sensibilidades del partido.
No entendieron que era un chiste.
Al presidente le encanta hacer chistes. Pero sus asesores insisten, desde el respeto, en recomendarle evitar cualquier intento humorístico, porque en un líder joven, como es su caso, el humor se podría confundir con frivolidad.
No entienden nada.
Sus colegas de otros países tampoco. Apenas ríen de sus chistes, pero eso es que al traducir al inglés se pierde la gracia.
Se acomoda para seguir durmiendo. El teléfono no sonará. Nunca suena.
Si España tuviera un buen arsenal atómico, ese teléfono tendría sentido.
Pero si hay alguna emergencia nuclear, seguro que me entero antes por Twitter que por nuestros gobiernos amigos, se repite el chiste que hizo en el último Consejo de Ministros.
Vaya si se rieron.
En especial, Interior y Defensa, que son los únicos que tienen acceso a esa línea para anunciar catástrofes. A juzgar por las cifras, habría que darle el número también a Economía, se dice mientras cierra los ojos.
Nombrarlos mentalmente por su cartera ministerial es otra de esas bromas que no puede compartir para no escandalizar a sus asesores: últimamente me duran tan poco los ministros que no vale la pena memorizar sus nombres, con el cargo me alcanza.
Se acomoda contra el cuerpo de su mujer.
Y cuando comienza a dormirse, suena el teléfono.
Salta de la cama y descuelga.
—Perdona la hora, presidente. —Es Interior—. Tenemos una emergencia.
—¿Un atentado?, ¿ha caído algún avión? ¿Qué ha pasado?
—Que han asesinado a Rogelio Calzado. El banquero.
—Sé quién es.
—Era. Se lo cargaron ayer en su mansión. Un destornillador en el cuello y antes le llenaron la boca de monedas de dos euros.
—Joder. No es que no se lo mereciera, pero… ¿Esa es la emergencia?
—El comienzo de la emergencia. Ya hay tres muertos anteriores y recientes con el mismo modus operandi: la cabeza envuelta en film de cocina hasta borrar los rasgos y, sobre el pecho, una nota con la firma: «Me llamo Nadie».
—No había oído nada de eso.
—Lo mantuvimos en secreto para evitar una alarma social.
—Bien hecho. Pero sigo sin comprender por qué es tan grave…
—Las víctimas anteriores no eran tan relevantes. Un constructor estafador en Valencia, un pequeño traficante de drogas gallego en ascenso y un empresario de Murcia que abusaba sexualmente de su hija.
—Delincuentes comunes. ¿Qué tienen que ver con el banquero más importante de España?
—Todos salieron bien librados. Ninguno fue a la cárcel. Buenos abogados, fallos del sistema… En cuanto a Calzado… ¿Tengo que recordarte que si no terminó entre rejas fue porque se le hizo una ley a medida?
—¡Pero eso fue cuando gobernaban los otros!
—Con nuestro silencio, presidente. Hubo un pacto y lo sabes.
—¿Estás seguro de que esta línea es… «segura»?
—Totalmente. ¿Te das cuenta de lo que supone esta serie de muertes? No está matando personas, sino estereotipos. ¡El tal Nadie está ejecutando gente que, a los ojos del populacho, merecía morir!
Populacho, repite en su cabeza el presidente. Vaya anacronismo.
—Hemos podido mantener el asunto lejos de los medios, pero con lo de Calzado comenzarán a husmear… y acabarán por enterarse. La gente está más aburrida que furiosa, pero esto encenderá la mecha del descontento popular… ¿Te imaginas lo que pueden hacer las redes sociales con algo así?
—Joder. Es cierto… ¡Hay que atrapar a ese cabrón!
—¿A alguien que se cuela como si nada en la casa de Rogelio Calzado, la más segura del país? Imposible, o casi. Detendremos a un par de activistas antisistema, pero no creo que la acusación se sostenga. Atrapar al asesino no es nuestra prioridad, presidente.
—¿Y cuál es?
—Tomar la previsión necesaria para minimizar daños cuando el «caso Nadie» estalle, que estallará. Demostrar que no escatimamos medios para atrapar al asesino de Calzado, y si por casualidad se consigue, ponernos la medalla. Y si no lo atrapan, poder soltar lastre…
—¿Qué tienes en mente?
—Crear una brigada especial, darle independencia y toda la publicidad posible. Poner al frente a alguien irreprochable. Y cuando fracase, arrojarlo a los leones. Lo de siempre.
Mientras hablan, el presidente se mira en el espejo. La luz de la lámpara lo ilumina desde abajo, todo el cuerpo. Pero deja su cara en penumbras.
Como si estuviera borrada.
O envuelta en film de cocina.
—Me parece un buen plan —dice en voz baja—. Pero habrá que moverse con rapidez. ¿Cuánto tardarás en organizar todo el circo?
Interior carraspea.
—Yo… No quise molestarte con los detalles, presidente. Así que ayer mismo dispuse la creación de la Brigada Especial de Crímenes Internacionales… Y mandé un comunicado a la prensa que se publicará en unas horas. ¿Te parece mal?
—Al contrario, me gusta que tengas iniciativa. —El presidente piensa que ya tiene a quién culpar si hay que soltar más lastre en el futuro—. Pero… Hablaste de poner al frente de la brigada a alguien irreprochable. ¿Nos quedan de esos?
—Uno. Lo llamará dentro de un rato para informarle de su nombramiento.
—¿Quién va a querer clavarse a sí mismo en esta cruz?
—Un hombre con más sentido del deber que sentido común. El candidato ideal.
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Carlos Salem
Carlos Salem, Escritor, poeta y periodista argentino residente en España, es conocido tanto por su obra poética como por sus novelas de género negro y criminal, algunas de las cuales han conseguido importantes reconocimientos.
Salem trabajó como periodista en Argentina y en España ha sido responsable de medios como El Faro de Ceuta o El Telegrama, además de ser un colaborador habitual en otros medios de carácter nacional e internacional. Salem ha publicado varios poemarios y antologías de relatos, aunque es en el campo de la novela negra donde ha logrado despuntar.
Salem ha ganado premios como el Silverio Cañada, el Novelpol, el Ciudad de Seseña o el Valencia Negra, entre otros, gracias a novelas como Camino de ida, Matar y guardar la ropa, Pero sigo siendo el rey, Cracovia sin ti o Muerto el perro. Su obra también ha sido publicada en francés e inglés.
Obra:
Novela:
- 2007 - Camino de ida.Salto de página.
- 2008 - Matar y guardar la ropa.Salto de página.
- 2009 - Pero sigo siendo el rey.Salto de página.
- 2010 - Cracovia sin ti.
- 2011 - Un Jamón Calibre 45.RBA Libros. Barcelona
- 2013 - El huevo Izquierdo del talento. Madrid
- 2013 - El hijo del Tigre blanco.Edebé. Barcelona
- 2013 - La maldición del Tigre blanco. Edebé. Barcelona
- 2014 - Muerto el perro. Barcelona
- 2014 - Rayos X. Tropo. Barcelona
- 2014 - El dilema del Tigre blanco. Edebé. Barcelona
- 2014 - El tesoro del Tigre Blanco. Edebé. Barcelona
- 2015 - En el cielo no hay cerveza. Navona. Barcelona
- 2016 - Cuando mi sombra te alcance. Navona. Barcelona
- 2017 - Minerva Watson 1.El asombroso caso de las sombras equivocadas. Edebé. Barcelona
- 2017 - Minerva Watson 2. El Fantasma que no era. Edebé. Barcelona
- 2018 - Un violín con las venas cortadas. Navona. Barcelona
- 2018 - Minerva Watson 3. La máquina de perder el tiempo. Edebé. Barcelona
- 2018 - Minerva Watson 4. Los ladrones de montañas. Edebé. Barcelona
- 2018 - La isla de los niños encontrados. Mueve tu lengua. Madrid
- 2019 - Donde el tiempo ya no duele. Navona. Barcelona
- 2020 - Diario de un perfecto abandonado. Adarve. Madrid
- 2021 - Los que merecen morir. Alrevés. Barcelona
Relatos:
- 2008 - Yo también puedo escribir una jodida historia de amor. Escalera. Madrid
- 2009 - Yo lloré con Terminator 2 (Relatos de Cerveza-Ficción). Escalera. Madrid
- 2016 - Relatos negros, cerveza rubia. Navona. Barcelona
- 2016 - Mujeres con gato (Todas mis jodidas historias de amor). Mueve tu lengua. Madrid
Cómic:
- 2016 - Ja viens de m´echaper du ciel (en francés). Casterman
- 2018 - Que decidan las cerillas. Navona. Barcelona
- 2019 - Lo que la noche sabe. Navona. Barcelona
- 2022 - Madrid nos mata. Alrevés. Barcelona
Teatro:
- 2011 - El torturador arrepentido. Talentura. Madrid
Poesía:
- 2006 - Foto borrosa con mochila. Escalera. Madrid
- 2008 - Si dios me pide un bloody mary. Ya lo dijo Casimiro Parker. Madrid
- 2009 - Orgía de andar por casa.
- 2010 - Memorias circulares del hombre-peonza. Ya lo dijo Casimiro Parker. Madrid
- 2013 - El animal. Ya lo dijo Casimiro Parker. Madrid
- 2014 - #Follamantes. Mueve tu lengua. Madrid
- 2015 - El Amor es el crimen perfecto. Ya lo dijo Casimiro Parker. Madrid
- 2016 - Con un pájaro de menos (poemas de amor y rabia). SLU Espasa libros. Madrid
- 2016 - 24 incendios. 4 de agosto. Logroño
- 2018 - Solamente muero los domingos. Mueve tu lengua.
- 2019 - La rebelión de los Follamantes. Mueve tu lengua.
- 2021 - Una Sirena en la Montaña. Mariposa. León
- 2022 - Popesia. Muddy Waters Books
- 2022 - Poetas del crimen. Por la paz. Alrevés. Barcelona