Héroes. Asesinato masivo y suicidio
Humanismo y naturaleza
En la novela Ruido de fondo, Don DeLillo escribe:
Opino, Jack, que en este mundo hay dos clases de personas. Los que matan y los que mueren. La mayoría de nosotros pertenecemos al último grupo. Carecemos de la disposición, la rabia o lo que sea que configura la condición del que mata. Dejamos que la muerte tenga lugar. Nos tendemos y morimos. Pero piensa en lo que debe de ser pertenecer al grupo de los que matan. Piensa cuán excitante resulta —en teoría— matar a una persona enfrentándose directamente a ella. Si ella muere, tú vives. Matar equivale a prolongar nuevamente tu vida. Cuantas más personas matas, más crédito vital acumulas. Ello explicaría todas las masacres, guerras y ejecuciones[2].
La frase «La humanidad está sobrevalorada» implica el punto de vista impertérrito de la naturaleza, la impasibilidad del tránsito del tiempo. Es el punto de vista del Dios del Antiguo Testamento, el que creó al hombre sin sentir su dolor. La innovación que supuso el Nuevo Testamento es en esencia un cambio de perspectiva. Dios se vuelve humano y desciende a la tierra para sentir y sufrir las mismas pasiones y penalidades de los hombres. El tiempo impasible de Dios es interrumpido para fragmentarse y entrelazarse con el tiempo humano. Por eso la revolución humanista ocurre en el ámbito del cristianismo: tanto el cristianismo como el humanismo conciben la historia no como parte de la esfera temporal de la verdad eterna, de la naturaleza impertérrita, sino que la sitúan dentro de la esfera del relativismo humano. En ella, el punto de vista ofrecido por el sufrimiento del hombre se vuelve más importante que la verdad inconmovible.
Los fundamentos de la civilización moderna se encuentran precisamente ahí: en la separación del ámbito de la historia y del ámbito de la socialización humana de las normas por las que se rige el universo. Gracias a la revolución científica, esto es, gracias a nuestro conocimiento de las leyes que gobiernan los planetas, el cielo y las piedras, pudimos descubrir una ley diferente para la existencia humana basada en el amor y en la compasión (cum-patire: literalmente «sufrir juntos»).
En el ámbito humanista de la modernidad, el espacio natural, gobernado por las leyes inmutables de la física, está separado del espacio histórico, donde gobierna la voluntad del Príncipe o la voluntad democrática. La civilización moderna se funda en la idea de que la sociedad no está obligatoriamente determinada por las leyes del universo, sino que puede conducirse por las leyes de la compasión: el entendimiento mutuo y la solidaridad. El establecimiento de la ley política solo es posible mediante la comprensión de los intereses y las pasiones de los seres humanos.
En su Discurso sobre la dignidad del hombre, Giovanni Pico della Mirandola escribe de manera explícita que Dios ha creado al hombre distinto del resto del universo. Si bien el universo atiende a leyes precisas, el hombre, en cambio, no está vinculado a ninguna ley específica:
Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas.
La historia moderna tiene lugar en este espacio de indeterminación y por tanto de libertad, en el que las leyes humanas son consideradas una construcción humana, no mero reflejo de una ley natural divina. La visión de Pico della Mirandola representa el punto de vista humanista del problema de la libertad, siendo ese precisamente el vínculo entre el humanismo y la Ilustración. En el espacio humanista de indeterminación, la razón humana crea sus propias normas y es esta última, no la ley natural, la fundadora del universalismo de las leyes morales y políticas.
Civilización social, darwinismo social
El socialismo puede considerarse como una fase dentro del desarrollo lógico de esta línea de pensamiento, y como la última manifestación de la construcción moderna de una civilización humanista. El humanismo renacentista afirmaba la autonomía del espacio humano a partir de las leyes imperturbables de la naturaleza. Por consiguiente, la Ilustración supuso un regulador racional de este espacio humano autónomo. El legado político socialista del siglo XIX representó la afirmación de la posibilidad de que la justicia y la igualdad no estuvieran fundadas en la naturaleza sino en la razón y en la compasión, esto es, en la capacidad para compartir los mismos sentimientos, el mismo sufrimiento y unos objetivos idénticos.
Como resultado de este progresivo desarrollo, la modernidad culminó en la creación de una forma de civilización social en la que las necesidades colectivas estaban por encima de la afirmación de los intereses individuales. Esta civilización social tenía por objeto poner fin a las guerras interminables. Sin embargo, en los últimos treinta años, la civilización social ha venido desmoronándose ante los golpes de una filosofía de darwinismo social que ha servido de precursor ideológico de la política neoliberal en todo el mundo.
Es difícil contrarrestar la fuerte fundamentación materialista de esta filosofía. El darwinismo social sostiene que ningún principio, por benevolente que sea, podría evitar la fuerza afirmativa de la evolución tanto en el ámbito social como en el de la naturaleza: si la evolución natural se caracteriza por la ley del más fuerte, la evolución histórica no es una excepción. Por tanto, resulta vano oponerse al dominio natural de los más fuertes. Los débiles solo pueden salvarse gracias a la acción compasiva de los individuos más fuertes, quienes poseen el derecho a desarrollar la economía según sus posibilidades e intereses. Lo anterior implica que no se hace una distinción entre la vida social y la naturaleza.
Resulta llamativo que el filósofo y economista Friedrich Hayek afirmara que la mano invisible de Adam Smith regula el mercado como si se tratase casi de una fuerza natural. Basándose en la idea de que solo sobreviven los más fuertes, mientras que los débiles están condenados a fracasar, la ideología neoliberal contemporánea borra la distinción humanista entre el ámbito de la ley natural y el de la razón moral. Las relaciones humanas —en concreto las relaciones económicas— siguen leyes naturales de autorregulación, por lo que no hay necesidad de intervenir para regular nada, ni por parte del Estado-nación ni de cualquier otra organización política. La humanidad no goza de privilegios especiales, sino que los únicos reguladores eficaces de la vida económica y, por tanto, de la vida social en su conjunto son las energías del mercado en su estado puro.
El eslogan de Pekka-Erik Auvinen, «La humanidad está sobrevalorada», es una mera reformulación (una paráfrasis) de la ideología neoliberal que defiende la eficacia superior de la mano invisible que gobierna la economía. La ley de la supervivencia de los más fuertes es la mano invisible que guía la economía, siendo este último el ámbito más esencial y decisivo de la acción humana y de la cultura. La racionalidad económica obstaculiza toda forma de racionalidad humana y, a través de su implementación, la ley de la naturaleza celebra su triunfo. Los seres humanos han de doblegarse a su voluntad. Es la lección que Pekka-Erik Auvinen desea enseñarnos, y no predica él solo desde su púlpito.
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Franco «Bifo» Berardi
Franco «Bifo» Berardi, fundador de la mítica Radio Alice en 1976 y uno de los miembros más destacados de la Autonomia italiana, es filósofo y psiconauta, investigador y activista de los medios de comunicación. Entre sus libros publicados en castellano, donde aborda cuestiones tales como las transformaciones del trabajo y los procesos de comunicación bajo el capitalismo avanzado, destacan
- La fábrica de la infelicidad: nuevas formas de trabajo y movimiento global (2003)
- Máquina imaginativa no homologada (2004)
- El sabio, el mercader, el guerrero: del rechazo del trabajo al surgimiento del cognitariado (2007)
- Generación Post-Alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo (2007)
- La sublevación (2013)
- Félix. Narración del encuentro con el pensamiento de Guattari, cartografía visionaria del tiempo que viene (2013)
- Después del futuro. Desde el futurismo al cyberpunk. El agotamiento de la modernidad (2014).