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Año 11 #130 Agosto 2025

Azathoth

Cuando el mundo se sumió en la vejez, y la maravilla rehuyó la muerte de los hombres; cuando ciudades grises se elevaron hacia cielos velados por el humo torres altas, temibles y feas, a cuya sombra nadie podía soñar sobre el sol ni las praderas floridas de la primavera; cuando el conocimiento despojó a la tierra de su manto de belleza, y los poetas no cantaron sino a distorsionados fantasmas, vistos a través de ojos cansados e introspectivos; cuando tales cosas tuvieron lugar y los anhelos infantiles se hubieron esfumado para siempre, hubo un hombre que empleó su vida en la búsqueda de los espacios hacia los que habían huido los sueños del mundo.

Poco hay consignado sobre el nombre y procedencia de este hombre, ya que eso correspondía exclusivamente al mundo despierto, aunque se dice que ambos eran oscuros. Baste saber que vivía en una ciudad de altos muros donde reinaba un estéril crepúsculo; y que se afanaba todo el día entre sombras y alborotos, regresando a casa por la tarde, a una habitación cuya ventana no daba a campos y arboledas, sino a un penumbroso patio hacia el que muchas otras ventanas se abrían en lúgubre desesperación. Desde ese alféizar no se divisaba sino muros y ventanas, a no ser que uno se inclinara mucho para escudriñar hacia lo alto, hacia las pequeñas estrellas que pasaban. Y dado que los muros desnudos y las ventanas conducen pronto a la locura al hombre que sueña y lee demasiado, el inquilino de este cuarto solía asomarse noche tras noche, escrutando a lo alto para vislumbrar alguna fracción de cosas que estaban más allá del mundo despierto y de la grisura de la elevada ciudad. Con el paso de los años, fue conociendo a las estrellas de curso lento por su nombre, ya seguirlas con la fantasía cuando, con pesar, se deslizaban fuera de su vista; hasta que al fin su mirada se abrió a la multitud de paisajes secretos cuya existencia no llega a sospechar el ojo mundano. Y una noche salvó un tremendo abismo, y los cielos repletos de sueños se abalanzaron hacia la ventana del solitario observador para mezclarse con el aire viciado de su alcoba y hacerle partícipe de su fabulosa maravilla.

A ese cuarto llegaron extrañas corrientes de medianoche violetas, resplandecientes con polvo de oro; torbellinos de oro y fuego arremolinándose desde los más lejanos espacios, cuajados con perfumes de más allá de los mundos. Océanos opiáceos se derramaron allí, alumbrados por soles que los ojos jamás han contemplado, albergando entre sus remolinos extraños delfines y ninfas marinas, de profundidades olvidadas. La infinitud silenciosa giraba en torno al soñador, arrebatándolo sin tocar siquiera el cuerpo que se asomaba con rigidez a la solitaria ventana; y durante días no consignados por los calendarios del hombre, las mareas de las lejanas esferas lo transportaron gentiles a reunirse con los sueños por los que tanto había porfiado, los sueños que el hombre había perdido. Y en el transcurso de multitud de ciclos, tiernamente, lo dejaron durmiendo sobre una verde playa al amanecer; una ribera de verdor, fragante por los capullos de lotos y sembrado de rojas calamitas…

  • Howard Phillips Lovecraft
    Lovecraft, Howard Phillips

    Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) nació en Providence, Rhode Island, en una familia aristocrática de ascendencia inglesa. La actitud opresora de su madre recomendándole no alternar con niños de menor categoría y su pertinaz obsesión por la fealdad del hijo, han sido la causa de su aislamiento y la tendencia a imaginar historias para evadirse de la realidad. Su padre de poca presencia en el hogar murió cuando el contaba ocho años. A causa de su salud precaria concurrió a la escuela en forma irregular. A los seis años leía Las mil y una noches. También la mitología grecolatina (a la que llamaba “La edad de oro del mundo”) lo impactó profundamente.

    Se interesó por la química (montó un pequeño laboratorio), la geografía y la astronomía, disciplinas que abonan su fantasía con la mezcla de elementos y el conocimiento de sitios lejanos (lo fascina la Antártida y el espacio inexplorado).

    Continúa escribiendo cuentos pero destruye todo a los dieciocho años salvo “La bestia de la cueva” (1905) y “El alquimista” (1908). Su salud le impide concurrir a la universidad acentuando su tendencia al aislamiento. Estudios caseros, la influencia de un tío médico y la gran biblioteca de su abuelo suplieron esa carencia.

    En 1914 se unió a la United Amateur Press Association que nucleaba a literatos noveles, en donde le recomiendan la escritura fantástica, género en el que trabajó, en 1917 escribió “La tumba” y “Dagon”, ambos publicados más tarde en Weird Tales.

    En 1921 murió su madre y se acabó la fortuna familiar. Comenzó a realizar algunos trabajos por encargo (generalmente la corrección de escritos de otros escritores). Al año siguiente tuvo su primera publicación profesional: Herbert West Reanimator. La influencia de Poe y Dunsany es notoria.

    A partir de allí se sucedieron innumerables relatos (alrededor de setenta) reunidos en varios volúmenes entre los que destacan: El caso de Charles Dexter Ward (1927), novela corta, El modelo de Pickman, el mencionado Herbert West ReanimatorHistoria del Necronomicón, La llamada de Cthulhu (1926), y La bestia en la cueva, entre otros. También le pertenecen varios artículos e infinidad de poemas.   

    En 1924 se casó con Sonia Green, diez años mayor que él y a los dos años se separaron a causa de divergencias, pero trascendió que abominaba de la sexualidad. Tras dos años en Brooklyn regresó a Providence donde vivió con sus tías.

    Conocido en vida solo por un reducido grupo, recién en la década del 70 del siglo pasado, cuando es traducido al español y al francés, su nombre alcanzó notoriedad internacional. Borges le ha dedicado uno de sus cuentos: There are more things (1975).

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