Dos ejecuciones castrenses
Incluido en Cosmopolitan, 1906
En la primavera de 1862 el ejército mandado por el general Buell acampaba a la espera de librar la que sería la victoriosa batalla de Shiloh. Era una tropa compuesta principalmente por voluntarios con poca instrucción militar. A pesar de ello, muchas de sus secciones combatían con arrojo extraordinario; ya habían dado muestras de su valor casi temerario en el oeste de Virginia y en Kentucky. La guerra era por aquel entonces un negocio reciente, y los soldados una nueva industria no del todo bien conocida por los jóvenes norteamericanos de la época, que veían en las cosas relacionadas con la vida militar, a menudo, algo extraño, incomprensible, no muy de su agrado. Sus jefes, por ello, tenían que hacer frecuentes demostraciones de su autoridad para que aquellos muchachos comprendiesen que la disciplina y la subordinación son aspectos fundamentales de la vida militar. Para alguien imbuido desde la infancia en ese aserto falaz pero fascinante, según el cual todos los hombres nacen iguales, la subordinación a una autoridad no es cosa fácil de sobrellevar, y los jóvenes voluntarios americanos, en la flor de sus vidas, no podían sobrellevarlo. de buen grado.
Así ocurrió que uno de los hombres de Buell, el soldado Bennett Story Greene, cometió la indiscreción de golpear a un oficial. De haber llevado más guerra a cuestas es seguro que no lo hubiera hecho, pero, como sir Andrew Aguecheek, no tuvo tiempo más que para contemplar su desgracia, sin que se le concediese la oportunidad de retractarse. Se le negó el tiempo necesario para que corrigiera esas sus nada militares maneras, en suma… Fue arrestado, acusado de insubordinación, juzgado por un tribunal militar y condenado a morir fusilado.
— Deberías haberme devuelto el golpe y en paz —dijo el condenado al oficial agredido—. Eso es lo que hacíamos en la escuela, de niños, cuando tú no eras más que Will Dudley, cuando yo era tan bueno o tan malo como tú... Nadie me vio sacudirte... La disciplina no debería conducir al sufrimiento.
—Ben Greene, tienes razón en eso —dijo el teniente—. ¿Podrás perdonarme? Solo para saber tu respuesta he venido a verte.
No hubo respuesta por parte del condenado; poco después otro oficial asomaba la cabeza por la puerta del calabozo donde estaba el reo para anunciar que el tiempo concedido al teniente, para la entrevista, había concluido.
A la mañana siguiente, cuando el soldado Greene fue fusilado en presencia de toda su brigada, por un pelotón reclutado entre varios de sus compañeros, el teniente Dudley volvió la cabeza, cerró los ojos y musitó una oración suplicando piedad. También pedía piedad para sí mismo.
Unas semanas después de aquello, mientras la división de Buell se paseaba victoriosa a lo largo del río Tenesí y acudía en socorro de las fuerzas de Grant, que se veían sometidas a un duro hostigamiento por parte del enemigo, una noche, de acampada los hombres. , cayó una gran tormenta. Se tomó la decisión de avanzar de noche, aun a despecho de la fuerte tormenta, pues llegaron informes al mando según los cuales el enemigo se disponía a modificar su posición, retrasando las líneas. Así, entre cadáveres y armas abandonadas, los hombres de Buell siguieron bajo la tormenta paso a paso, en dirección al enemigo. La oscuridad era completa. No cesaba la lluvia y cada trueno hacía que aquellos hombres aguerridos se estremecieran como si cayese sobre ellos una gran manta de balas. Todo significaba muerte; La muerte acechaba por doquier, era un sentimiento generalizado entre la tropa.
Con las primeras luces de la mañana, cuando escampaba, la división de Buell detuvo su marcha para estudiar los informes de los exploradores y hacer una definición de la línea de fuego. Aprovecharon entonces los sargentos para ordenar formar a los soldados y pasar lista. El sargento primero de la compañía en la que estaba el teniente Dudley comenzó a nombrar a sus soldados por orden alfabético. No los llevaba escritos, pero tenía muy buena memoria. Los hombres iban respondiendo “¡presente!” uno a uno y así se llegó a la letra G.
—¡Gorham!
—¡Presente!
—¡Grayrock!
—¡Presente!
La buena memoria del sargento, sin embargo, se vio súbitamente afectada por el hábito de pasar lista.
—¡Verde!
—¡Presente!
La respuesta fue nítida, perfectamente audible, no había margen para el error.
Se produjo un movimiento súbito e inevitable entre la tropa, como sacudidos los hombres por una corriente eléctrica. El sargento palideció y guardó silencio por unos instantes. Llegó a su lado el capitán y le dijo con rostro colérico:
—¡Repita ese nombre, sargento!
Parece claro que la Sociedad de Investigaciones Físicas no se ocupa, al menos de manera principal, de los fenómenos relacionados con lo desconocido.
—¡Bennett Greene! —gritó el sargento.
—¡Presente!
Todas las caras se volvieron en dirección al lugar del que salía aquella voz tan familiar. Los dos soldados entre los que formaba Greene, en razón de su estatura, se miraban con el horror dibujado en los rostros.
—¡Diga otra vez ese nombre completo, sargento! —gritó de nuevo el capitán, convertido en una especie de inexorable investigador de lo oculto—. ¡Diga otra vez el nombre de ese muerto! —añadió, ahora con la voz temblorosa.
—¡Bennett Story Greene! —llamó el sargento.
—¡Presente!
En ese instante se dejó sentir un disparo de rifle, un solo disparo, que venía de más allá del frente. Los hombres no oyeron solo el disparo, sino que sintieron también el silbido inequívoco de la bala.
— ¿Qué demonios ha sido eso? —preguntó el capitán.
El teniente Dudley se acercó lentamente hasta el capitán.
—Aquí tiene la respuesta —dijo, mientras se abría la guerrilla para mostrar un balazo en mitad del pecho, del que manaba sangre.
Acto seguido, el teniente Dudley cayó de rodillas e instantes después yacía muerto.
Poco más tarde aquel ejército llegaba a la primera línea de fuego para relevar a los hombres que hasta entonces habían sostenido el frente. Y en breve, victoriosa aquella tropa, no volvió a sonar un tiro.
De Bennett Greene, experto en ejecuciones castrenses, no se volvió a tener noticia.
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Ambrose Bierce
Ambrose Gwinett Bierce (Meigs, Ohio, Estados Unidos,1842-Chihuahua, México 1914? ), escritor satírico y periodista estadounidense, nació en un hogar de profunda fe calvinista. Prestó sus servicios en el ejército durante la Guerra Civil y dirigió una expedición militar al oeste.
Establecido en San Francisco, escribió ingeniosos artículos políticos y una columna para el periódico News-Letter, convirtiéndose en su editor (1868). Trasladado a Londres (1872/6), bajo el seudónimo de Dod Grile, escribió mordaces artículos y relatos para las revistas Fun y Figaro, luego publicados en Telarañas de una calavera vacía (1874).
En 1871, año en que se casa con Molly Day, publicó su primera novela. Regresó a San Francisco (1877) y colaboró con el Argonaut, fue editor del Wasp y escribió una columna para el Sunday Examiner.
En su estilo sobresale un ingenio y una fascinación por el horror y la muerte. Su dominio del relato hizo que se le comparara con Poe, Maupassant, Harte, Melville, Hawthorne y Lovecraft. Este último se inspiró en él para sus Mitos de Cthulhu.
Entre 1899/13 trabajó para Hearst y se dedicó a revisar sus obras. En México (1913) participó en la Revolución Mexicana y nunca más se supo de él. Sus Obras completas se publicaron en 12 volúmenes (1909/12) e incluyen el conocido Diccionario del diablo, titulado originalmente Diccionario del cínico (1906).
Maestro de lo macabro, a él debemos relatos como “La muerte de Halpin Frayser”, “La cosa maldita”, “Un suceso en el puente sobre el río Owl”, “Un habitante de Carcosa”, “Un terror sagrado”, “La ventana tapiada”, etc.
Irónico, misántropo y pesimista fue apodado Bitter (amargo) por sus contemporáneos. Especialmente sus cuentos expresan un descreimiento sobre la virtud del hombre. Según palabras de Lovecraft en toda su obra hay una “maleficencia sombría innegable”.
Antes de su misteriosa desaparición en México durante la revolución, escribió humorísticamente que lo hacía por “eutanasia”. Se conjetura que pudo haber sido asesinado en el sitio de Ojinaga (1914)
Obra:
He Fiend's Delight (1873)
Cobwebs from an Empty Skull (1874)
The Dance of Death (1877)
Lo que pasó en el puente de Owl Creek (An Occurrence at Owl Creek Bridge, 1891)
Tales of Soldiers and Civilians (Cuentos de civiles y soldados) (1891), cuyo título fue cambiado más tarde por el de En medio de la vida.
Black Beetles in Amber (1892)
The Monk and the Hangman's Daughter (1892)
Can Such Things Be? (¿Puede ocurrir esto?) (1893), colección de cuentos de terror sobrenatural.
Fantastic Fables (1899)
The shadow on the dial, and other essays (1909)
The Devil's Dictionary (Diccionario del diablo) (1911)
Collected Works (1909)
Write It Right (1909)
A Horseman in the Sky, A Watcher by the Dead, The Man and the Snake (1920)??
A Vision of Doom: Poems by Ambrose Bierce (1980)