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Año 11 #126 Abril 2025

El justicialismo visto por los israelíes, 1946-1976

“El justicialismo visto por los israelíes, 1946-1976” es el capítulo 7 de Los muchachos peronistas judíos, Sudamericana, Buenos Aires, 2015.

 

CAPÍTULO 7
EL JUSTICIALISMO VISTO POR LOS ISRAELÍES, 1946-1976

Juan Perón invirtió considerables esfuerzos propagandísticos en el frente doméstico y en el extranjero para convencer a sus críticos y adversarios de que no era un líder fascista. Hasta en la sección infantil de la revista Mundo Peronista aparecían notas como la que decía: “Te damos permiso para que te enojes y grites cuando oigas decir que el general Perón es un dictador o un fascista. El general Perón es el jefe del movimiento popular extraordinario. Los dictadores no tienen en cuenta al Pueblo, sino lo esclavizan. El general Perón es un argentino que ama a su tierra. La palabra fascista es un vocablo foráneo, extranjero, que no tiene nada que ver con lo argentino”.452 En Estados Unidos, por lo menos, estos esfuerzos no fructificaron.

Para Spruille Braden, embajador norteamericano en Argentina de mayo a setiembre de 1945 y subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos hasta junio de 1947, Washington no debía adoptar una actitud conciliadora frente a gobiernos dirigidos por líderes como Perón. En un artículo que publicó después del triunfo peronista en las elecciones de febrero de 1946, Braden escribió:

 

Con la derrota de Alemania, la Argentina continuó bajo la dictadura sin reticencias de hombres uniformados que habían bebido de la misma fuente que Hitler, Mussolini y Franco. Mientras el pueblo argentino viva bajo la férula de esa dictadura [...] ninguno de nosotros podrá disfrutar de noches tranquilas.453

 

The Nation, un semanario progresista liberal neoyorquino, alegó a principios de 1946 que la estrategia política de Perón había sido “copiada directamente de su mentor nazi, Adolf Hitler”. En otro artículo explicaba a sus lectores que el régimen de Perón “convirtió el antisemitismo en parte integral de su plataforma”.454

Esta mácula que pesaba sobre Perón, como hemos visto, tenía su origen en las posturas germanófilas que se destacaban en las fuerzas armadas argentinas desde comienzos de siglo, y —para gran disgusto de Estados Unidos— en la neutralidad adoptada por Argentina durante casi toda la Segunda Guerra Mundial, así como en la entrada en el país de criminales de guerra nazis y de colaboradores del Tercer Reich. En el Libro Azul, publicado por el Departamento de Estado norteamericano en vísperas de las elecciones presidenciales argentinas, con la esperanza de que sirviera para impedir la victoria de Perón, se decía que los alemanes “dominan en la actualidad en la Argentina la organización económico-industrial, comercial y agrícola que necesitan para constituir una base para la reconstrucción del poder agresor germano”.455

Desde su ingreso a la Casa Rosada, en junio de 1946, Perón puso por lo tanto gran empeño en mejorar su imagen en la escena internacional. Comprendió que la mejora de las relaciones con Estados Unidos era una condición imprescindible para la concreción de su plan de industrialización y modernización del país. Para ello se esforzó, entre otras cosas, en quitarse de encima cualquier sospecha de fascismo y antisemitismo, y procuró establecer buenas relaciones con la comunidad judía de su país, y posteriormente también con el nuevo Estado judío, Israel. Uno de los objetivos era llegar a captar la simpatía de los judíos estadounidenses, con la esperanza de que estos, en cuya gran influencia Perón creía de manera exagerada, provocaran un cambio en la opinión pública del país del Norte respecto de Argentina, y también entre los círculos que tomaban decisiones en Washington. Según Jacob Tsur, primer embajador de Israel en Buenos Aires, Perón “estaba convencido del poder del judaísmo mundial y de su influencia en la opinión pública, particularmente en Norteamérica”.456

Las organizaciones judías norteamericanas también adoptaron una actitud de sospecha respecto de Argentina y el régimen gobernante. Ya en julio de 1945 el presidente del American Jewish Committee, Louis Lipsky, había escrito:

 

El Estado fascista de la Argentina ha escrito una vergonzante página de colaboración con el Eje a lo largo de los años que duró la guerra. Incluso durante la Conferencia [de San Francisco, donde se creó la Organización de Naciones Unidas] estuvo involucrado en actividades que demostraron su continua amistad con la Alemania nazi al proveer refugio y salvaguarda a criminales nazis y a sus posesiones robadas.457

 

Esta posición era común en los medios de prensa norteamericanos. George Messersmith, que reemplazó a Braden como embajador estadounidense en Buenos Aires, estaba muy preocupado por la postura hostil hacia Argentina en el Departamento de Estado y en la importante prensa liberal de su país.458 Messersmith, que llegó a trabar una relación amistosa con Perón, sostenía que “no había nada totalitario, fascista o nazi” en el régimen, y estaba convencido de la voluntad del General de mejorar las relaciones con Estados Unidos y de promover la cooperación argentina en el marco del sistema interamericano. En algunas ocasiones expresó su gran pesar por lo que llamaba “ciertas notas imprecisas y extremadamente tendenciosas”, que seguían siendo moneda corriente en los más destacados periódicos norteamericanos, en particular cuando caracterizaban al régimen peronista como fascista y antidemocrático. En un memorando secreto que envió al secretario de Estado, el Embajador se quejaba:

 

En lo que concierne a la prensa norteamericana, los comentarios y editoriales apuntan cada vez más a que la Argentina es un Estado fascista totalitario, inamistoso hacia los Estados Unidos y con planes siniestros para sus vecinos. Algunos de nuestros periódicos y de nuestros editorialistas hablan de la Argentina como si estuviéramos en una especie de guerra con ella y se tratase de un país enemigo.459

 

En este ambiente, el veterano diplomático no se conformó con quejarse. En su intento por modificar la imagen argentina en Estados Unidos, Messersmith se dirigió en forma directa a personalidades clave del periodismo de su país. Un ejemplo de ello es su larga carta (43 páginas) a Arthur Sulzberger, del New York Times, en la que afirma categóricamente: “Sé algo sobre dictaduras, y esta no es una de ellas en el sentido que conocemos de dicho término”.460

Al ser designado Messersmith como embajador en Buenos Aires, la prensa liberal celebró el nombramiento de quien era considerado como una persona “que conoce y odia el nazismo como resultado de un conocimiento de causa cercano y profundo”. Era descrito como poseedor de un olfato singular, “capaz de detectar a un hijo de p... en la medida en que el viento porte el aroma”, por lo que sabría cómo hacer frente al peligro subyacente en el liderazgo de Perón.461 No pasaron sino algunos meses desde la publicación de notas de este tenor, cuando comenzaron a aparecer artículos que aludían a la actitud apaciguadora de Messersmith respecto del “dictador fascista”. En agosto de 1946, Messersmith recibió un mensaje amenazador de uno de los asistentes de Braden en el que se le recordaba que cuando Nelson Rockefeller intentó apaciguar a la Argentina en 1945, la oposición determinada del New York Times y del Washington Post forzó su alejamiento del Departamento de Estado.462

Los sucesores de Messersmith en el cargo —James Bruce (1947-1949), Stanton Griffis (1949-1950) o Albert Nufer (1953-1955)— tampoco estaban satisfechos con la forma en que la prensa de su país cubría los sucesos en la Argentina de Perón, considerando que ello podía significar un obstáculo en el camino hacia la mejora de las relaciones entre ambas naciones.463 Poco después de haber asumido sus funciones, Bruce elogió la personalidad del matrimonio Perón y por ello fue blanco de ataques en varios periódicos estadounidenses.464 Para el jefe de la legación diplomática israelí, Jacob Tsur, se trataba en primer lugar de la incapacidad de los periodistas de Estados Unidos de comprender lo singular del caso argentino:

 

La prensa extranjera, y en particular la norteamericana, acostumbraba describir al presidente de la Argentina con colores exóticos de un típico dictador sudamericano, y a veces trataba de adherirle la etiqueta de doctrinas que conocíamos del Viejo Mundo, comunismo por un lado, fascismo por el otro. Este es uno de los errores de la opinión pública en el mundo, que se crea moldes rígidos e intenta verter en dichos moldes todo fenómeno para el que tiene dificultad de explicar.465

 

La imagen del primer peronismo en Israel

Sorprendentemente, el cuadro en el Estado de Israel era más complejo en cuanto a la imagen del peronismo, tal y como se reflejó en la prensa hebrea durante las primeras dos presidencias de Perón. Esta conclusión es el resultado del análisis de contenidos de siete diarios, que reflejaban la diversidad de ideas en la sociedad israelí: desde Herut, en el extremo derecho del abanico, pasando por Maariv, Hatzofé, Haaretz, Davar, Al Hamishmar, hasta Kol Haam, perteneciente al Partido Comunista.

Examiné el tratamiento del justicialismo por parte de estos periódicos según la forma en que cubrieron un número de eventos centrales, ya sea para las relaciones bilaterales entre Israel y Argentina, como en la historia del peronismo de aquellos días, en particular el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países (junio-setiembre de 1949), la visita a Israel del presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado argentino, Diego Luis Molinari (marzo de 1950), la firma del acuerdo económico entre ambos países (abril de 1950); la visita a Buenos Aires de Iosef Sprinzak, presidente de la Knéset, el parlamento israelí (mayo-junio de 1950), las elecciones presidenciales argentinas (noviembre de 1951), la muerte de Evita (julio de 1952), la visita del canciller Moshé Sharett a la Argentina (abril de 1953) y el derrocamiento del régimen peronista (junio-setiembre de 1955).

Es necesario referirse, en primer lugar, al volumen de la cobertura de los temas argentinos en la prensa israelí de aquel entonces. La revista Mundo Peronista, que enaltecía al régimen justicialista y sostenía que en todos los rincones del planeta, incluido el Estado judío, los ojos se dirigían hacia el accionar peronista, decía: “Perón no solo ha dignificado la comunidad judía argentina, como parte del Pueblo Argentino. La trascendencia de su Doctrina y de sus realizaciones es mundial y ha tenido honda repercusión en la Nación israelí”. La publicación vinculaba tal popularidad del líder con la gran simpatía que este había mostrado hacia el Estado judío, explicando a sus lectores que “Perón, para el pueblo de Israel, es algo tan querido y propio como para nuestro pueblo”.466

Está claro que en tales afirmaciones había una gran cuota de exageración y de distorsión. La cantidad de noticias y de artículos sobre Argentina que se publicaba en la prensa israelí no era muy grande, pero en las referencias al país sudamericano no se podía encontrar una imagen monocromática y homogénea del régimen peronista, a diferencia de lo que sucedía en general en la prensa europea y norteamericana. En distintos círculos israelíes era posible hallar puntos de vista diferentes respecto de dicho fenómeno argentino.

Esta misma complejidad puede encontrarse también en el primer jefe de la legación israelí en Buenos Aires. En los informes a su ministerio en Jerusalén, y en sus memorias, Jacob Tsur describió al gobierno de Perón como responsable de reformas sociales significativas que le garantizaban el apoyo popular, pero lo caracterizó también por la limitación de libertades y un culto a la personalidad poco habitual en los regímenes democráticos:

 

Desde mi llegada a este país no estuve de acuerdo con la opinión común que veía en el régimen imperante solamente lo negativo. En la difusa ideología de Perón y en su forma de gobernar podía encontrarse también un aspecto positivo. No en vano le seguía la gran masa del pueblo: el pueblo obtuvo, después de décadas, un presidente que se preocupaba por su situación y por sus salarios. Pero el régimen tenía también gran medida de obstrucción, de turbiedad, de falsedad, de hipocresía...467

 

Para ilustrar mi argumento acerca de la imagen compleja del justicialismo en los medios de comunicación israelíes me voy a concentrar aquí solamente en la cobertura que dieron los periódicos israelíes a la caída del régimen peronista. Haaretz —matutino liberal, el más antiguo de los periódicos independientes— procuró generalmente atenerse a una descripción objetiva del alzamiento de junio y de la autodenominada Revolución Libertadora en setiembre, manteniendo la neutralidad, por un lado, y conservando un trato respetuoso hacia Perón, por el otro, además de la información inevitable en el sentido de que no habían habido “víctimas judías en Argentina”.468

En Maariv —vespertino fundado en 1948— la cobertura fue mucho más extensa, apareciendo titulares en versales negras y en un lugar destacado de la primera página de cada edición. El periódico no se conformó con la transcripción de noticias, sino que publicó además artículos interpretativos. El más interesante de ellos es el que escribió el director de internacionales en la edición del 17 de junio. Con una actitud de soberbia hacia América Latina en general (“las revueltas militares son una exclusividad de América del Sur. En América Latina jamás ha surgido una verdadera democracia y pocos son los regímenes cuyos corazones están consagrados al beneficio de las masas”) y tras haber enumerado los diversos defectos del régimen de Perón (“el presidente-dictador”), intentó elogiar al régimen. La colisión entre este y la Iglesia Católica llevó al autor de dichas líneas a comparar al peronismo con la Revolución Francesa y con los republicanos en la Guerra Civil Española. A la Acción Católica Argentina la denominaba “fuerzas de choque”. Las reformas sociales de Perón fueron exhibidas de forma positiva. La oposición “reaccionaria” fue comparada con Franco y descrita con colores tenebrosos y en tono mordaz. Y resumía:

 

Considerando que esta es la alternativa, la opinión pública en el mundo se vuelca más hacia Perón y su régimen, a pesar de sus numerosas debilidades, a pesar de su esencia totalitaria, a pesar de la corrupción que afectó a muchos de sus cuerpos [...] no cabe duda de que el régimen de Perón es uno de los mejores que jamás tuvo América Latina y su continuidad es una de las condiciones para que esta región importante del mundo salga de un atraso de generaciones.469

 

Tres días más tarde, Maariv, que apuntaba a una propuesta periodística de más calidad, publicó otro artículo, que también era en lo esencial favorable al líder argentino.470 Si bien la cita de las palabras de Perón respecto de la grandeza de Mussolini y su deseo de seguir sus pasos, como así también de evitar sus errores, no podía despertar la simpatía del lector israelí, al mismo tiempo describía al presidente como una persona enérgica y capaz, además de subrayar que sus reformas beneficiaron a la clase obrera argentina. El autor consideraba que el enfrentamiento con la Iglesia era el error más grave de Perón, y que podía sellar el destino de su régimen.

También en el marco de las numerosas noticias sobre el levantamiento de setiembre, Maariv incluyó varios artículos que, a fin de cuentas, mostraban cierta simpatía y aprecio por el régimen peronista. El más destacado fue el que Philip Ben tituló “¿Qué vendrá después de Perón?”, aparecido el 20 de setiembre de 1955. Ben escribió que Perón era sin lugar a dudas un tirano, aunque “no se trataba de la tiranía estática y conservadora de una casta militar [...] el ‘peronismo’ representaba una idea de dictadura social y, aunque no exenta de máculas del fascismo, pueden atribuírsele ciertos logros”. Más allá de la demagogia que caracterizó al régimen, Perón efectivamente mejoró la situación de los sectores populares de la población, dándoles honor y orgullo propio. No hubo en Argentina campos de concentración, enfatizó Ben, y también era relativamente bajo el número de presos políticos, manteniéndose en la Argentina peronista cierta dosis de libertad de expresión. El autor expresó pesimismo por el futuro argentino y agregó que, sea cual fuere la opinión sobre el peronismo, no se podía borrar esa década. No había un camino de regreso a la situación argentina anterior al ascenso de Perón. Sobre la base de los logros y de los fracasos del peronismo debía construirse y continuar progresando.471

La misma tendencia se notaba en Davar —fundado en 1925 como el diario de la Histadrut, Confederación General de los Trabajadores de Israel, e identificado con el partido socialdemócrata MAPAI, que más adelante se transformaría en el partido Laborista (Haavodá). Un artículo de Shlomo Shafir, director de noticias internacionales, intentaba explicar la caída del régimen de Perón evitando los blancos y negros en su examen de los hechos.472 Mencionaba los “métodos reprobables” de Perón, que afectaron al Estado de derecho y las libertades individuales, pero también “su política social progresista”.

Las informaciones en Herut y Hatzofé sobre el fracasado golpe de junio de 1955 revelan cierta inclinación a favor de Perón. Hatzofé, del partido religioso ortodoxo, calificó los bombardeos a Plaza de Mayo por parte de aviones de la Marina como “salvajes”, destacando el apoyo a Perón y sus logros y concluyendo que el presidente saldría reforzado de este intento de derrocarlo.473 Su posterior caída, en setiembre del mismo año, fue cubierta con crónicas objetivas, sin toma de posiciones, aunque con comentarios traducidos del New York Times, periódico que sostenía que la única diferencia entre la Argentina peronista y las depuraciones soviéticas residía en el hecho de que ninguna persona enjuiciada era ejecutada allí. Lo peor que podía pasarle era un encarcelamiento prolongado.474

Herut, por su parte, publicó un artículo del director de la sección política, que intentaba resumir la década peronista. El autor destacaba que Perón había tenido un programa político constructivo, mientras que lo único que logró unir a sus rivales era su oposición al régimen:

 

Perón puede señalar el logro multidimensional de haber transformado a la Argentina de país semicolonial en Estado industrializado y diversificado. Perón puede señalar el logro de haber hecho mucho por elevar el nivel de vida de las masas argentinas. Sin importar el resultado del enfrentamiento actual en la Argentina, ninguno de los sucesores de Perón podrá volver las agujas del reloj hacia atrás. Las fuerzas que despertó el régimen peronista en Argentina todavía pueden hacerse sentir, no solo en la Argentina sino en toda América del Sur.475

 

De todos los periódicos israelíes examinados, Herut, del sionismo revisionista de derecha, es el que más simpatía expresó hacia el peronismo durante todo el tiempo que duró el régimen, y fue así hasta el último momento. El diario evitó, por lo general, publicar informes negativos sobre los acontecimientos en Argentina y siempre trató respetuosamente al matrimonio Perón. Pareciera que la combinación de acentos nacionales, acentos sociales y liderazgo carismático resultaba atractiva para los miembros del partido revisionista de Menajem Beguin.

En la izquierda israelí, la evaluación general del régimen de Perón siguió siendo negativa. Mordejai Najumi, de Al Hamishmar —publicación del Partido Unificado de los Trabajadores (MAPAM), fundado en 1943— caracterizó a su período de gobierno como “una época de hechos concretados por un dictador, y de demagogia”. Solo atribuyó al líder un reducido apoyo de la clase trabajadora en las últimas etapas de su gestión, y ello debido a la inflación y a la hostilidad del régimen hacia la Iglesia. La conclusión del artículo era que, por fin, había llegado la hora de que “verdaderos izquierdistas” unieran al pueblo y lo condujeran por una vía “real”, y no por el sendero de las ilusiones por el que lo había guiado Perón.

El órgano del Partido Comunista israelí, Kol Haam, reaccionó en cierto modo con perplejidad ante los sucesos de Argentina entre junio y setiembre de 1955, reacción que quizá se originaba en la existencia de un conflicto de intereses entre el comunismo argentino y la política exterior soviética. El 19 de junio aún había una actitud claramente hostil al peronismo. “En su política interna, Perón siguió el camino de Mussolini”, escribía este periódico, y afirmaba, con sorna, que el General había erigido organizaciones gubernamentales para imponerlas a la clase obrera y había dictado leyes supuestamente “beneficiosas para los trabajadores”. Al igual que el fascismo italiano y la Iglesia Católica, decía, el régimen procuró mantener una política de armonía de clases y de paz social, y “mediante la demagogia social intenta atraer a los trabajadores carentes de conciencia de clase”. De hecho, sostenía el órgano comunista, el régimen argentino operaba en contra del perseguido movimiento obrero. En esos momentos, también el periódico judeocomunista argentino Tribuna equiparaba a los miembros de la OIA con los de los Judenrat, es decir los judíos que colaboraron con los nazis en los guetos de las zonas bajo ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el artículo de Kol Haam no ocultaba su satisfacción por la oposición de Perón al “capital norteamericano” y al cardenal Spellman, “enviado de Wall Street y del Vaticano”. El autor aseguraba a su público lector que “el PCA combate para restituir las libertades democráticas y la independencia económica de la Argentina”, y que dicho partido contaba “con gran influencia entre los trabajadores urbanos y rurales”.476

Tres meses más tarde, el mismo activista comunista publicaba otro artículo sobre Argentina. En esta ocasión, la línea era menos antiperonista. 477 El golpe de Estado de los militares era presentado como el resultado de una conspiración entre el Departamento de Estado y “los peces gordos de Wall Street”. No eran las reservas generadas por el carácter antidemocrático del régimen de Perón las que constituían la base de la oposición norteamericana, sostenía el periódico. En Washington se toleraba a cualquier dictadura siempre y cuando esta respondiera a sus dictados. La razón fue que Perón se atrevió a enfrentar los intereses económicos capitalistas y, más grave aún, se atrevió a cooperar con la Unión Soviética. Pareciera que el periódico comunista prefería la “tercera posición” en el área de la política exterior a un gobierno que se rindiese a las órdenes norteamericanas.

Vemos entonces que en el Israel de los años 50 no era posible encontrar una imagen unidimensional y uniforme del régimen peronista, a diferencia de lo ocurrido en otros países; en numerosos círculos del Estado hebreo era posible hallar un enfoque diferente y más complejo del tema. La lucha de Perón en contra del antisemitismo, así como las buenas relaciones entre ambos países influyeron en el tratamiento del justicialismo en los medios israelíes. También es cierto que la prensa hebrea dependía en su mayor parte de los partidos políticos israelíes; las posturas reflejadas en ella —también en lo referente a asuntos internacionales, incluido el peronismo— estaban coloreadas por la posición de cada uno de los partidos respecto a la política adoptada por el gobierno de Israel.

Además, en contraste con la prensa norteamericana, que básicamente tendía a retratar al peronismo como una típica dictadura latinoamericana y una campaña de megalomanía para concretar los deseos irrefrenables de Juan Perón y Eva Duarte, los periódicos israelíes solían dedicarle un lugar central al aspecto ideológico de ese movimiento político sudamericano. Parte del antiperonismo destilado por la prensa israelí era fruto del hecho de que muchos de los artículos se basaban en cables y comentarios originados en agencias de noticias anglosajonas y en los periódicos más importantes de Estados Unidos, destacándose en primer lugar el New York Times, dado que ningún periódico israelí tenía un corresponsal permanente o un enviado itinerante en el subcontinente, que pudiera salir a realizar notas sobre Argentina. Generalizando, pueden verse en los periódicos de la izquierda israelí expresiones hostiles, a veces extremas, hacia el peronismo, identificándolo con el fascismo, mientras que en la prensa de derecha se distingue la simpatía, en algunos casos —como el de Herut— casi incondicional, hacia el régimen argentino.

El enfoque más sofisticado del fenómeno peronista puede verse patentemente en las publicaciones intelectuales de la época. En ellas podían presentarse, con mayor extensión que en la prensa diaria, diversos aspectos de la sociedad, el régimen, la cultura y la ideología en la Argentina de Perón. Dos ejemplos destacados son el artículo de I. Toledo: “El régimen de Perón: su retrato y su futuro”, aparecido en la publicación mensual política y literaria Molad en ocasión del inicio de la segunda presidencia de Perón en 1952, y el artículo de Iacov Versano (quien después, con el apellido Oved, se convirtió en un historiador especializado en el movimiento anarquista argentino) que se publicó en la revista Mibifnim, perteneciente al movimiento kibutziano. El artículo, titulado “El régimen justicialista en la Argentina”, fue escrito en vísperas del golpe de Estado que derrocó a Perón, tras haber finalizado Versano un período de trabajo en Buenos Aires, como delegado del movimiento kibutziano, y regresado a Palmajim, kibutz en el que aún reside. Ambos artículos reflejaban puntos de vista de la izquierda, pero se permitían criticar a los partidos tradicionales de la izquierda, socialistas y comunistas, e intentaban comprender el firme apoyo que la clase obrera argentina daba a su carismático líder.478

 

El reverso de una imagen

El regreso de Juan Domingo Perón al poder en Argentina, al cabo de un prolongado exilio, despertó en muchos argentinos esperanzas de que con él retornaría la estabilidad política en aquel país. Después de haber sido depuesto por un golpe de Estado militar en setiembre de 1955, los sucesivos regímenes políticos (civiles y militares, democráticos o autoritarios) intentaron garantizar la estabilidad y el desarrollo, al tiempo que excluían al peronismo y a sus seguidores del sistema político. Perón, que había violado las reglas del juego democrático durante su presidencia, fue deslegitimado desde el punto de vista político; igual suerte corrió el movimiento peronista, cuyo núcleo siguió siendo el de la clase obrera, leal al derrocado general. Todos estos intentos fracasaron y fueron acompañados por revueltas militares, violencia política y represión. La brecha en la sociedad argentina entre peronistas y los diversos bandos antiperonistas se profundizaba cada vez más. Perón mismo fue asilándose en diversos países de América Latina hasta que, a comienzos de la década de 1960, cruzó el Atlántico y se estableció en España, con la anuencia de la dictadura del generalísimo Francisco Franco.

La continua exclusión de la vida política de que era objeto el mayor de los movimientos políticos y sociales de Argentina contribuyó a una polarización de las posturas de algunos sectores del bando peronista, que se tradujo en agitadas relaciones laborales, manifestaciones y protestas, y el surgimiento de movimientos guerrilleros. Con la escalada de la Guerra Fría y los temores por las posibles influencias de la Revolución Cubana en las luchas sociales en todo el continente, se intensificó la preocupación entre los altos mandos militares y las élites gobernantes de que el peronismo se volcara hacia la izquierda. En estas circunstancias, parecía que la única vía para garantizar el orden y la estabilidad de la república austral era permitir el retorno del anciano general desde su exilio, con la esperanza de que el caudillo, entonces de 78 años, tuviera las claves para la salvación. Se trataba, claro, de esperanzas exageradas. El diplomático Jacob Tsur, embajador de Israel en Buenos Aires durante la primera presidencia de Perón, se encontró con él en vísperas de su regreso al país y quedó sorprendido por las mellas que había dejado el tiempo en el viejo militar:

 

No le había visto en veinte años. Le recordaba en su uniforme militar, erguido, seguro de sí mismo, sonriente y exhibiendo su blanca dentadura. Admito y reconozco que estaba emocionado antes de nuestro encuentro… Ahora se encontraba frente a mí envejecido, encorvado, vestido con un albornoz. Tenía setenta y ocho años, pero me parecía viejo, cansado y enfermo, más que un octogenario… Decidí no prolongar nuestra conversación. El hombre me parecía enfermo y quebrantado, patético.479

 

En esta sección vamos a examinar las imágenes de Perón y de la doctrina peronista en la prensa israelí en el período que se extiende entre su regreso definitivo a la Argentina en junio de 1973 y su muerte y la asunción del gobierno por parte de su tercera esposa, María Estela Martínez de Perón (Isabelita), en julio de 1974. Asimismo, se considerarán las consecuencias de estos acontecimientos en la comunidad judía en Argentina y en las relaciones entre Israel y ese país, tal como fueron percibidas por los periodistas contemporáneos.

A comienzos de los años setenta desaparecieron muchos de los elogios y la valoración positiva de algunos aspectos del peronismo y fueron reemplazados por una imagen mucho más negativa. Sin embargo, tampoco del análisis de las notas y los artículos que se publicaron en Israel en 1973 y 1974 se desprende una imagen unidimensional. Creo que las reservas que se ponían ahora de manifiesto tenían raíces duales. Por una parte, desde mediados de la década anterior podían advertirse expresiones de posturas antisemitas y antiisraelíes, tanto en el ala derecha como en el ala izquierda del peronismo. También en sectores de la Confederación General del Trabajo (CGT) podían verse estas tendencias. Por otra parte, la política exterior argentina con respecto al conflicto en Medio Oriente comenzó a desplazarse gradualmente, a lo largo de la primera mitad de los años setenta, hacia lo que se percibía como posturas más favorables a los países árabes en general, y a los palestinos en particular. Es notorio que en este período, curiosamente, entre las nuevas generaciones de argentinos de origen judío fueron muchos más los que se sumaron al peronismo, en sus diversas vertientes, que los que lo hicieron durante las dos primeras presidencias de Perón.

Tampoco en este período la prensa israelí trató de forma demasiada extensa la breve presidencia de Perón, al contrario de lo que cabía esperar en un país en el que siempre los asuntos argentinos despertaron relativo interés, tanto por encontrarse allí una gran comunidad judía como por las buenas relaciones que hubo entre los dos estados desde fines de los años cuarenta. La razón de esta cobertura no tan amplia es obvia. Al regresar Perón a la Argentina, en Israel se vivía aún la euforia de la victoria en la Guerra de los Seis Días y la conquista de Cisjordania y la Franja de Gaza. Sin embargo, en la misma semana en que Perón asumió el cargo como presidente, el estallido de la guerra de Yom Kipur, el 6 de octubre de 1973, desvió la atención pública en el joven Estado a la campaña militar y a lo que fue considerado por una comisión investigadora como “la omisión” de la cúpula política y militar. Las noticias internacionales, incluidas las originadas en Argentina, no encontraron gran eco en los medios de comunicación en hebreo en aquellos meses.

Otro tema que conviene mencionar es el cambio que ocurrió en el panorama de los medios de comunicación en Israel a comienzos de la década del setenta. Se trataba de una época de transición, en la que comenzó a hacerse evidente la preponderancia de la prensa privada y el relegamiento a un segundo plano de la prensa partidaria e ideológica, que había tenido sus orígenes en el período anterior al del establecimiento del Estado en 1948.480 La sociedad israelí era ya mucho más grande y diversificada y las nuevas circunstancias sociales y económicas devaluaron la importancia de la prensa partidaria. En esta época era más evidente también cierta actitud condescendiente hacia América Latina. Israel ya era un país desarrollado que había crecido en población, economía y poder. No era ya el país que tuvo que imponer un plan de austeridad, con una vida gris y pobre comparada con la efervescente Buenos Aires, ni necesitaba desesperadamente los envíos de carne que llegaban desde el Río de la Plata. El Estado de Israel se veía a sí mismo como parte del mundo occidental desarrollado, mientras que Argentina comenzaba a ser considerada como un país del Tercer Mundo.

 

Exilio forzado y retorno

En los años en que Perón permaneció en el exilio, no solo no pudo ser aislado políticamente sino que continuó de hecho cumpliendo un importante papel como árbitro de la vida política argentina, a pesar de estar distanciado físicamente de la patria. Desde su casa quinta en los suburbios de Madrid, mantuvo un contacto estrecho con los líderes gremiales y con militantes de las diversas ramas del movimiento, mediante enviados y representantes que transmitían mensajes e instrucciones a sus adeptos. Sus representantes y apoderados, a los que reemplazaba con frecuencia para impedir que acumularan demasiado poder, lo mantenían actualizado. La quinta “17 de Octubre” del barrio de Puerta de Hierro, en las afueras de la capital española, se convirtió en la meca de un constante peregrinaje de numerosas personalidades identificadas con el movimiento del presidente depuesto. Mediante estos canales, Perón logró mantener encendidas las brasas y rescoldos entre sus simpatizantes y alimentar la esperanza de que en un futuro no muy lejano volvería como inquilino de la Casa Rosada, el palacio presidencial argentino.

Fueron años en los que realizó diversas maniobras y manipulaciones para garantizar su posición en el movimiento, y sus políticas se caracterizaron por movimientos pendulares, destinados a dividir e imperar en el movimiento heterogéneo que llevaba su nombre. Con sus elogios a la izquierda revolucionaria, Perón logró también atraer el apoyo de numerosos jóvenes radicalizados, que eran niños todavía cuando la Revolución Libertadora derrocó al régimen peronista. El exiliado militar se negó a condenar las actividades del grupo guerrillero peronista Montoneros, central en los años setenta, al que denominó “las unidades especiales del movimiento” y a través del cual trataba de presionar al régimen militar para que devolviera a los uniformados a sus cuarteles y permitiera la celebración de elecciones generales.

En julio de 1972, mientras el gobierno que encabezaba debía combatir una inflación galopante y a grupos armados que desde la derecha y la izquierda de la arena política sembraban el terror, el general Alejandro A. Lanusse intentó convocar a todas las “fuerzas democráticas” para participar en un Gran Acuerdo Nacional, un frente común para planificar la restitución de las instituciones del gobierno a manos de civiles elegidos de forma libre. Ante la negativa de los partidos políticos de cooperar con él, Lanusse decidió anular la proscripción del peronismo, que duraba ya 17 años. Las medidas de Lanusse no se originaban en una simpatía hacia el peronismo, sino en la comprensión de que el régimen militar no podría resolver los problemas de la nación sin el apoyo popular. Otra razón de peso era la esperanza de poder así contener el creciente avance de la izquierda independiente.481

A pesar de iniciarse la rehabilitación del peronismo, el camino aún se encontraba bloqueado para Perón. Según la ley electoral aprobada en 1972, solamente quien residiera en Argentina de forma permanente durante los siete meses anteriores a las elecciones podría postularse como candidato. Por esta razón, en las elecciones de marzo de 1973 la fórmula peronista fue encabezada por Héctor Cámpora, conocido por su lealtad casi ciega a Perón, al frente de una coalición denominada Frente Justicialista de Liberación (FREJULI). Jacob Tsur lo describió en sus memorias como una persona gris y sin valor, mientras que Abraham Alón, representante de la Histadrut en Argentina, escribió:

 

El Dr. Cámpora [...] es de una personalidad sumamente pálida, siendo su principal ventaja su incondicional lealtad a Perón desde hace décadas. Últimamente fue el delegado personal de Perón en la Argentina. Aún no están claros los criterios del ex presidente para justificar esta elección, cuando podía haber preferido una personalidad más destacada, aunque puede ser que la razón resida en la falta de voluntad por parte de Perón de colocar a la cabeza de la lista de candidatos a una persona demasiado independiente, que pueda concentrar autoridad y poder más allá de lo que se espera.482

 

La candidatura de Cámpora dejó en claro a todos los observadores que Perón era quien movía, desde Madrid, las piezas en el tablero en Buenos Aires. La Juventud Peronista vitoreaba al candidato cantando “Qué lindo, qué lindo / qué lindo que va a ser / el Tío en el gobierno / Perón en el poder”. El FREJULI, con la candidatura de Cámpora, obtuvo alrededor del 49% de los votos. Tras asumir el poder el 25 de mayo, el delegado ocupó el sillón de Rivadavia durante 49 días solamente. En ese breve período se hicieron patentes todas las tensiones entre las diversas facciones del movimiento peronista, cada una de las cuales manifestaba su lealtad al líder, decía ser la corriente peronista “auténtica” y se refería a las demás con calificaciones tales como “traidoras” o “infiltradas”. El enfrentamiento principal era entre los Montoneros y la derecha peronista, organizada alrededor de los mecanismos burocráticos de los sindicatos y del ministro de Bienestar Social, José López Rega, quien fuera el secretario personal de Perón durante los últimos años de su exilio.

En junio de 1973, Perón regresó a la Argentina. Varios cientos de miles, según algunos, o dos millones de sus seguidores, según otros, fueron a esperarlo en las inmediaciones del aeropuerto internacional de Ezeiza, en el conurbano bonaerense. Se trataba de la concentración popular más grande de la historia política argentina. En el lugar se produjo un sangriento enfrentamiento entre grupos armados de la derecha peronista y de la izquierda y Montoneros. Hubo decenas de muertos y cientos de heridos.483 Este incidente puso en evidencia la dificultad de Cámpora para dominar y moderar a las corrientes rivales del bando peronista. A mediados de julio, Cámpora se vio obligado a renunciar a la primera magistratura, después de un dramático anuncio de Perón en el que retiró su apoyo a la gestión de gobierno de su exdelegado. Se abría así el camino para que el avejentado líder pudiera presentar su candidatura y acceder al poder.

Las nuevas elecciones tuvieron lugar a fines de setiembre. Esta vez, Perón en persona obtuvo más del 60% de los votos. El 12 de octubre de 1973 asumió por tercera y última vez la presidencia argentina. Su retorno al poder era visto, tanto por la derecha como por la izquierda, como una fuente de esperanzas, quizá la última posible. Parecía que finalmente había llegado la panacea para los males de la República, y el final del desmembramiento político, social y económico que venía sufriendo desde hacía dos décadas. La expectativa era que Perón pudiera lograr la cooperación entre diferentes sectores sociales, comenzando por empleadores y trabajadores, para cumplir la promesa de una rehabilitación nacional.

La ola de violencia no cesó tras la jura de Perón. El Ejército Revolucionario del Pueblo, el movimiento guerrillero no peronista más importante, de tendencia trotskista, renovó su campaña paramilitar. En la derecha se intensificó la actividad de la Alianza Anticomunista Argentina, conocida por sus siglas AAA, que secuestraba y asesinaba a militantes de la izquierda. Perón intentó poner fin a la violencia y establecer un marco de solidaridad nacional. Una mejora de la situación económica que se expresaba en el aumento de las exportaciones, y con ellas las reservas de divisas, así como en la contención de la inflación, aseguraría un creciente apoyo público a Perón.

El Presidente se sentía ahora lo suficientemente fuerte como para expulsar del movimiento que encabezaba a aquellos elementos que antes habían tenido su visto bueno, mientras combatieron al régimen militar. Ahora, sin embargo, eran considerados como un obstáculo para una política pragmática, una amenaza a su liderazgo y un peligro para la estabilidad de su gobierno. La Juventud Peronista y los Montoneros comenzaron a ser relegados hasta que, en el marco de los festejos del 1 de mayo de 1974, Perón anunció oficialmente la ruptura y el cisma. Lo hizo durante su alocución ante una manifestación masiva en la Plaza de Mayo, el mismo escenario público y simbólico en que nació el movimiento peronista el 17 de octubre de 1945. En su discurso, Perón recalcó que su gobierno estaba comprometido con la liberación nacional, no solo del yugo del colonialismo, sino también de traidores infiltrados que actuaban desde dentro y que eran más peligrosos aún que aquellos que actuaban desde afuera. Decenas de miles de simpatizantes del ala izquierda del peronismo comenzaron a replegarse y a irse de la plaza, que quedó semidespoblada. Fue esta una ruptura pública y, por lo tanto, definitiva, entre Perón y la izquierda peronista.

Apenas un par de meses después, el 1 de julio de 1974, Perón, el más destacado de los líderes que tuvo Argentina en el siglo XX, sucumbió debido a un agravamiento de sus problemas cardíacos. El cargo pasó a su viuda y vicepresidenta, María Estela Martínez de Perón, conocida por su nombre artístico de Isabel o Isabelita.

 

El peronismo despierta temores de ser antisemita

Desde la visita que había realizado Perón a la Argentina en noviembre de 1972, la prensa hebrea había comenzado a publicar notas sobre la situación en el país sudamericano y su desmembrada sociedad, así como sobre el General y su movimiento. En un extenso artículo en Haaretz, Abraham Paz escribió sobre el carismático liderazgo de Perón y sus diversas etapas desde que asumió la presidencia por primera vez en 1946, sin hacer una referencia seria a su doctrina política.484 Al día siguiente aparecieron dos notas adicionales sobre el tema. En ambas se expresaba la preocupación por las posibles consecuencias que tendría el regreso de Perón para los judíos de Argentina, una comunidad que se estimaba entonces en unas 300 mil personas. En una se informaba sobre los temores de los judíos de Buenos Aires sobre “una nueva ola de antisemitismo”, y la segunda también vinculaba a Perón con la posibilidad de un brote antisemita en aquel país.485 Unos siete meses después, Haaretz informaba de que “Perón prometió a una delegación israelí una postura amistosa”, aunque el mismo diario añadía de inmediato su reserva al citar “fuentes” anónimas que sostenían que “cuando Perón estuvo en el poder... su gobierno no mostró una actitud demasiado amistosa hacia Israel y hubo antisemitismo en su trato a los judíos argentinos”,486 dos argumentos que este libro ha refutado por completo. En el mismo número, Haaretz caracterizaba al peronismo como un movimiento político proclive a la violencia, basado en grupos guerrilleros. La imagen del peronismo presentada en este caso era, como vemos, abiertamente negativa.

En cambio, en el matutino Davar, identificado con el gobernante Partido Laborista, heredero del histórico MAPAI, encontramos en junio de 1973 notas que destacan la actitud proisraelí del gobierno argentino en organismos internacionales. En una de ellas se enfatizaba que “los argentinos rechazaron una demanda de expulsar a los delegados israelíes”, y adoptaron asimismo una postura equilibrada respecto del conflicto árabe-israelí, llegando a debatir con los sirios. En otra nota, se mencionaba que el semanario peronista Mayoría había publicado un artículo titulado “Israel cumple un cuarto de siglo —un ejemplo de resurrección y fe nacional”.487 Davar puso también de relieve el hecho de que el ministro de Economía del gobierno peronista fuera judío, agregando algunos datos biográficos sobre José Ber Gelbard, que había encabezado la CGE y fue el enlace de Perón con el sector empresarial.488 El régimen peronista era presentado como favorable al Estado hebreo y por lo tanto merecedor de la simpatía israelí, sin tomar en consideración asuntos internos argentinos, o siquiera asuntos vinculados a la comunidad judía local.

En vísperas del regreso de Perón a la Argentina, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel envió una delegación a Madrid para entrevistarse con él. Al frente de la misma se encontraba Jacob Tsur, que había sido el embajador israelí en Buenos Aires durante la primera presidencia de Perón. El objetivo del encuentro fue poner de relieve la actitud positiva del General hacia Israel, ante las aparentemente redobladas presiones de los gobiernos árabes hacia el gobierno argentino y diferentes círculos del peronismo.489 La visita que habían realizado poco antes siete embajadores de estados árabes a la residencia de Perón había hecho sonar varias alarmas en Jerusalén. La prensa israelí cubrió ampliamente el encuentro de Tsur y sus acompañantes. Maariv destacó la dimensión personal del acontecimiento: “El general Perón se abraza en Madrid con un delegado de la cancillería israelí. El emotivo encuentro tuvo lugar…”.490 La audiencia pareció un éxito diplomático israelí y Perón fue presentado como quien expresó una tajante postura proisraelí. “Es una buena apertura para las relaciones que se van entretejiendo entre Israel y el nuevo régimen en la Argentina”, escribió el periodista de Maariv. El vespertino, que a comienzos de los años setenta era el diario de mayor difusión en Israel, dedicaba más espacio a asuntos judaicos que los demás diarios, incluso cuando se trataba de cuestiones argentinas.

El informe de Davar sobre la entrevista entre Tsur y Perón también resaltaba la actitud positiva de Perón hacia Israel.491 En su editorial enfatizaba que el líder argentino era “uno de los personajes más destacados en la arena en los últimos treinta años”, y si bien también decía de él que era “un anciano, que cuando ejerció la presidencia cometió no pocos errores”, el “anciano” era presentado como quien apoyaba a Israel y a la comunidad judía local, y quien debía fortalecer al gobierno de Cámpora. No obstante, durante el encuentro de Tsur con Perón entró a la habitación José I. Rucci, secretario general de la CGT, abrumadoramente hegemonizada por peronistas, quien tuvo una actitud gélida para con el huésped israelí. “Pertenecía al ala antisemita y antiisraelí dentro de la Confederación”, escribió Tsur en sus memorias. Abraham Alón, representante de la Histadrut en Buenos Aires, caracterizó a Rucci como alguien antisemita y hostil hacia Israel, vinculado con la reacción y la extrema derecha.492

Una simpatía hacia el peronismo y su vertiente de izquierdas puede verse en Al Hamishmar. Este periódico relacionaba al peronismo con el socialismo. En el marco de una nota titulada “Los días más hermosos de la Argentina”, la periodista entrevistó al ministro Víctor Shem Tov, de MAPAM, que encabezó la delegación israelí que asistió en Buenos Aires a la ceremonia de jura de Héctor Cámpora.493 “Mi impresión, por los lemas y también por las charlas que mantuve, es que hay en la Argentina una nueva palabra; es una palabra que es la llave al corazón del pueblo y a su confianza, y esa palabra es socialismo”. La nota manifestaba la esperanza de que el régimen militar hubiera llegado a su fin y de que el gobierno de Cámpora tuviera éxito. En cuanto a la comunidad judeoargentina y las relaciones bilaterales entre los dos estados, Shem Tov manifestó su optimismo y el periódico describe cómo el Ministro fue recibido con honores en todos los sitios que visitó.

Una semana más tarde, en vísperas de las elecciones presidenciales, Al Hamishmar publicó un artículo titulado “Perón es el vencedor, el peronismo es lo problemático”.494 Ahí se planteaba la pregunta sobre para qué necesitaban los peronistas a Perón, a lo que respondía: “La presencia de Perón es necesaria para los neoperonistas también, para obtener su bendición para adoptar medidas necesarias, para mediar y hasta para decidir entre las diversas fuentes y corrientes, ya que todas ellas mencionan el mito peronista”. El autor hacía referencia a las limitaciones del poder de Cámpora y veía vitalidad en la figura de Perón, como un elemento aglutinante de la coalición heterogénea agrupada bajo su enseña.

Si comparamos la postura de Al Hamishmar con la que el mismo periódico había mantenido durante la primera presidencia de Perón, veremos que hubo un interesante giro en su actitud hacia el líder y su movimiento. A fines de la década del cuarenta y comienzos de los años cincuenta, Al Hamishmar se identificaba con los socialistas y comunistas argentinos que combatían al peronismo y veían en ese fenómeno una variante sudamericana del fascismo. Sin embargo, a principios de los años setenta puede verse el intento por destacar la dimensión social e incluso socialista de la doctrina peronista, arrojando un haz de luz positiva sobre la imagen del líder argentino. El propio partido MAPAM había recorrido un largo camino desde su admiración por la Unión Soviética de Stalin y buscaba modelos alternativos de socialismo en Europa y el Tercer Mundo. Cabe señalar que de la misma manera en que las diversas corrientes dentro del peronismo se caracterizaron por una lectura selectiva de la vivencia peronista en el marco de sus esfuerzos por presentar como propio el mito peronista y justificar sus posturas, también Al Hamishmar adoptaba ahora una lectura selectiva similar a la de la izquierda peronista contemporánea.

Entre los diarios israelíes examinados, el que más claramente fija una posición es Iediot Ajronot, un vespertino independiente fundado en 1939, que fue adoptando con el tiempo un estilo de tabloide sucinto y sensacionalista. En él se refieren al regreso de Perón mencionando los desgarramientos sociales y políticos de Argentina, como si se tratara de un culebrón, en un tono general despectivo y soberbio.

 

La masacre de Ezeiza

El sangriento enfrentamiento entre las diversas facciones peronistas en las inmediaciones del aeropuerto internacional de Ezeiza, en el que debía aterrizar Perón a su regreso definitivo a Buenos Aires, fue titulado por Iediot Ajronot: “Vinieron a recibir a Perón y se toparon con fuego”. Según el periódico, alrededor de dos millones de personas esperaban al expresidente y los culpables de la masacre fueron los “trotskistas”, que comenzaron a disparar hacia grupos peronistas. En el párrafo siguiente, los agresores son descritos como “marxistas”.

En Haaretz, en cambio, el informe de lo acontecido estuvo acompañado de una explicación sobre la segmentación interna del peronismo. El periódico vinculaba el “baño de sangre” a la debilidad del primer mandatario electo: “Mientras, pareciera que Perón fue elegido como presidente y que Cámpora es apenas su primer ministro”.495 Además de hacer la descripción de la alegría popular por el regreso del líder, Haaretz escribía de forma crítica y con escepticismo sobre lo que ocurría en el movimiento: “La activación de la milicia peronista devolvió a la arena una policía partidaria armada, una policía que ni siquiera puede garantizar la paz dentro del bando peronista”.

Maariv publicó en su primera página una nota bajo el título “Baño de sangre”, lamentando “el sangriento combate que convirtió lo que debió haber sido el regreso triunfal de Juan Perón a la Argentina tras 18 años de exilio en un baño de sangre y un espectáculo de horror”.496Al Hamishmar, espantado por los sucesos, sostuvo que “los disparos comenzaron entre izquierdistas extremistas apoyados por guerrilleros urbanos, experonistas, que exigen una patria socialista, y peronistas ortodoxos cuyo lema es la patria peronista”.497

 

Perón es elegido presidente

La victoria de Perón en las elecciones presidenciales creó, al menos por un tiempo, una situación más clara, aunque los problemas que debía enfrentar Argentina estaban lejos de ser solucionados. Davar, órgano de la Confederación de Trabajadores, saludó con entusiasmo el resultado de los comicios y presentó al vencedor como el enviado de los sindicatos, cuyo triunfo incluía la esperanza de una democratización, particularmente tomando en cuenta lo que ocurría al otro lado de los Andes. “La ironía del destino”, escribía Davar, “es que después de liquidado el régimen democrático en Chile, la Argentina se haya convertido en el Estado democrático por excelencia del cono sur”. El periódico recordaba a sus lectores que Perón era quien había politizado y mejorado la situación de los estamentos populares y que “ni los gobiernos democráticos, ni los regímenes militares [que le sucedieron] lograron disminuir su impacto en esas capas”.498 Davar enfatizaba entonces la forma democrática en que fue elegido Perón y la principal base social en que se apoyaba su nuevo gobierno, la de las clases obreras y populares.

En cambio, otros periódicos presentaron la elección de Perón de forma diferente y con menos entusiasmo. Shaul Ben Haim, a cargo de la sección de noticias internacionales de Maariv, presentó a Perón no como el representante de la voluntad popular, y a su elección no como el resultado de un proceso democrático propiamente dicho, sino como el triunfo evidente de las emociones sobre la razón y el sentido común. Bajo el título “También los trotskistas apoyan a Perón”, Maariv se burlaba de él como un presidente respaldado por el 100% del público, aunque se tratara de algo absurdo.499 Efectivamente, los obreros y los sindicatos abrigaban la esperanza de que el regreso del peronismo garantizara una política económica que protegiese sus intereses; las patronales, por su parte, veían en Perón una especie de versión argentina de Charles de Gaulle, símbolo de la estabilidad conservadora y una barrera para contener las tendencias revolucionarias y la anarquía. Para la izquierda argentina, Perón era el único líder que podía garantizar la lucha antiimperialista, cuya meta era la liberación nacional. El exembajador Tsur, que se desempeñaba entonces como presidente del directorio del Fondo Nacional Judío y encabezó la delegación israelí que asistió a la ceremonia de asunción del mando de Perón, escribió:

 

Al regresar a la capital argentina, parecía que milagrosamente esta nación dividida se había unido; conservadores, nacionalistas y reaccionarios por un lado, progresistas, liberales y revolucionarios por el otro, unos y otros repetían: ojalá que dure. En su vejez apareció en la arena política con la imagen del salvador, y en su mano la panacea para todas las dolencias del país. Encarnaba los anhelos de quienes querían el orden y un régimen firme con un gobierno fuerte, así como los sueños de la efervescente juventud universitaria, que apostaba por la revolución. Nadie supo explicar cómo se conjugan estos contrastes en esta compleja figura, pero la respuesta a todos estos difíciles interrogantes fue: Perón.500

 

En su artículo, Ben Haim cuestionaba la capacidad de Perón de dominar de modo efectivo lo que ocurría en su país, considerando su desgastada salud, su plataforma política ambigua y la falta de criterios del pueblo argentino, que no había considerado nada fuera del carisma del anciano líder, rematando con la frase “Perón regresó pareciendo una pintura moderna: cada cual ve en él lo que quiere ver”.

Aún más crítico era el artículo del escritor Hanoch Bartov, quien hizo referencia a procesos en América Latina a la luz del sangriento golpe de Estado que derrocó al presidente electo de Chile, el marxista Salvador Allende.501 Parte de su artículo contenía duras palabras para con Perón, al que describió como “un dictador anciano, que flirteó abiertamente con el fascismo y estuvo dieciocho años protegido por Franco, regresó a su país como vencedor y volvió a sentarse en el sillón presidencial”. Bartov, autor de varias novelas y una biografía del comandante en jefe del ejército israelí durante la guerra de Yom Kipur, no ocultaba a sus lectores su desilusión por la situación en Argentina y se burlaba de la arrogancia de sus pobladores: “Estos votantes, los miserables gauchos que buscan carisma, que buscan ley y orden, que adoran hasta hoy a Evita”. El mensaje que quiso transmitir mediante sus dos notas en Maariv fue el de una Argentina que no era miembro del club de países desarrollados de Occidente, en los cuales supuestamente había un público educado y racional, sino un Estado tercermundista en vías de desarrollo, en el que los votantes eran arrastrados por un líder carismático porque eran presas fáciles de la nostalgia por alguna época dorada perdida, sin pensar en los contenidos políticos ni en la plataforma del candidato, o sin tomar en cuenta sus probabilidades reales de cambiar las cosas.

A pesar de las significativas diferencias en sus concepciones políticas, también Al Hamishmar escribió en términos parecidos, y allí abundaban, igualmente, los estereotipos y la arrogancia, aunque aspirara a un análisis ideológico más significativo, siendo un órgano de un partido socialista: “Los asuntos allí [en Argentina] no se rigen por la lógica pura y la razón política... El peronismo es una fantasía especial en la Argentina, una suerte de mezcla de factores y modalidades fascistas con una ideología socialista, no marxista, denominada Justicialismo”.502 Al Hamishmar fue menos hostil hacia el peronismo, aunque con ciertas reservas hacia su doctrina socialista, que no consideraba lo suficientemente marxista. El periódico presentaba a Perón como la opción predeterminada y manifestaba la esperanza de que por su carisma y por la nostalgia de sus votantes, pudiera unificar a la nación argentina.

Haaretz optó también en esta oportunidad por un tono aparentemente objetivo. Enfatizaba que la participación en los comicios había sido más alta de lo que se esperaba, a pesar de que Isabelita, que no era una figura popular, era la compañera de fórmula de Perón, algo a lo que, según Haaretz, se oponía la mayoría de los argentinos.503 Perón, sostenía el artículo, era perfectamente consciente de la sombra tupida que proyectaba el golpe de Estado en el vecino Chile sobre los acontecimientos políticos en su país, pero ello no era sino una de las dificultades que se cernían sobre su gestión. La nota analizaba la gama de problemas que se vislumbraban, enfatizando la capacidad que había demostrado en el pasado el viejo caudillo argentino para sortear obstáculos de este tipo: “Políticos de casi todo el espectro en la Argentina consideran que si hay una persona capaz de imponer su autoridad tanto sobre la izquierda como sobre la derecha y poner fin al terrorismo, esa persona es Perón”.

El más categórico fue Iediot Ajronot. Con una fotografía de Perón sonriente, publicó un artículo de Shlomó Shamgar cuyo título no dejaba en los lectores lugar a dudas: “La elección de Perón —una tragedia para la Argentina”.504 Explicaba el autor que el recientemente elegido presidente “...ascendió desde el estamento de los oficiales militares, pero fue el más astuto de todos: supo adular a las masas, envolver a su régimen con una ‘ideología’ oportunista a la que llamó ‘justicialismo”. Más adelante, argumentaba que “tras ejercicios políticos tenebrosos, Perón regresó a su país y al sillón del que había sido desalojado hace 18 años, antes de alcanzar a pagar el precio de su fracaso”. Hacia el final del artículo llegaba el apogeo de la actitud agresiva y sensacionalista de este vespertino: “Juan Perón es un espantapájaros, un demagogo viejo al que no alcanzaron a linchar cuando escapó de su país en 1955. Es una omisión, por la que la Argentina aún puede llegar a pagar un alto precio en el futuro cercano”.

De la lectura de los diarios hebreos y de sus informes sobre la elección de Perón se desprende una referencia amplia a las dificultades objetivas que hubiera tenido cualquier otro presidente argentino en aquellos días: las tensiones entre las fuerzas armadas y el sistema político partidario, las fisuras dentro del movimiento peronista, los enfrentamientos entre izquierda y derecha y, por supuesto, las dificultades económicas y la inflación galopante. Sin embargo, de un periódico a otro hay diferencias. Mientras que Davar tendía a manifestar la esperanza de que Perón fuera la respuesta adecuada para la crisis política y económica en Argentina, Haaretz presentaba una postura más neutra y Maariv profetizaba en forma dramática el caos en el país del Plata aún antes de que Perón asumiera el mando. Por su parte, Al Hamishmar presentaba una línea incoherente en relación con el líder justicialista, aunque con más simpatía que la que se podía encontrar en los vespertinos de gran difusión, Iediot Ajronot y Maariv. Todas las publicaciones destacaban el carismático liderazgo de Perón y el hecho de que en la caótica situación en que se encontraba el país, era quizás el único capaz de garantizar “orden y estabilidad”. La impresión que podía llevarse el lector israelí era que, aunque Perón no fuera precisamente un paladín de la democracia, su elección había sido democrática y existía la posibilidad de que salvara a su país de la sostenida crisis en que se encontraba.

 

La sombra de López Rega

Durante los primeros meses del gobierno de Perón, la prensa escrita en Israel prestó poca atención a lo que ocurría en la lejana Argentina. La guerra de Yom Kipur y la sacudida que significó para la sociedad del joven Estado y su sistema político, durante la contienda armada y después de la misma, explican la falta de interés, al menos temporal, por los sucesos en América del Sur. No obstante, cabe destacar la participación de una delegación israelí, en plena guerra, en la ceremonia de jura de Perón, que estuvo encabezada por el exembajador Tsur y el embajador en funciones, Eliezer Doron. Los periódicos israelíes informaron que la comisión fue bien recibida.505 La guerra había estallado hacía menos de una semana, pero el Ministerio de Relaciones Exteriores resolvió que, de cualquier modo, Tsur saldría hacia Buenos Aires.

Debe explicarse que poco antes de la guerra de Yom Kipur, la comunidad judeoargentina organizada estaba más dividida que nunca. La Organización Sionista Argentina se escindió en vísperas de los festejos del 25° aniversario del Estado de Israel, con el alejamiento de los partidos sionistas de derecha. Cuando por fin se llevó a cabo el acto en el estadio Luna Park de la ciudad de Buenos Aires, en el mes de agosto, el representante oficial israelí, el parlamentario Itzjak Navón, fue humillado por jóvenes sionistas de izquierda que empezaron a corear lemas en contra de la discriminación de ciudadanos árabes en el Estado hebreo y contra la opresión del pueblo palestino en los territorios ocupados.506 Numerosos jóvenes judíos, sobre todo estudiantes universitarios, estaban ocupados primordialmente con los acontecimientos en Argentina y esperaban una nueva era que comenzaría con el retorno del peronismo al poder. Las posturas del ala izquierda del peronismo, caracterizadas por un enfoque crítico hacia Estados Unidos y su aliado en Oriente Medio, junto a la simpatía por los movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo, incluyendo el movimiento palestino, tuvieron eco también entre estos jóvenes.507

Al comenzar la guerra de octubre de 1973, los judíos argentinos no se mostraban demasiado preocupados por la suerte de Israel. Jacob Tsur señaló:

 

Los judíos creían que también en esta guerra, como hace seis años, Israel no revela el alcance de sus victorias para impedir la intervención de las grandes potencias, y los dirigentes se refirieron con desprecio por las noticias que llegaban desde las capitales árabes, aun aquellas que eran ciertas (como, por ejemplo, el anuncio sirio de que había caído el enclave israelí en el monte Hermón), pues se habían acostumbrado a las vanas jactancias de los árabes.508

 

Recién al prolongarse el enfrentamiento se despertó un temor genuino. Por otro lado, en esta guerra, más que en las anteriores, se encontraban movilizados (y por lo tanto también entre los muertos y los heridos) familiares de judíos argentinos que habían emigrado y se integraron al nuevo país. Natán Lerner, quien a fines de los años cincuenta había sido vicepresidente de la DAIA, señaló que la guerra renovó la solidaridad judía en círculos que antes se separaban del marco de las actividades comunitarias convencionales, particularmente en grupos con tendencias a la izquierda. Se trataba de gente que ahora era activa en la organización de asambleas públicas y promovía la publicación de solicitadas proisraelíes por parte de no judíos.509 Cientos de jóvenes judíos se registraron como voluntarios para luchar defendiendo a Israel, pero la mayoría de ellos no llegó a Medio Oriente. Otros organizaron diversas actividades de esclarecimiento entre públicos judíos y no judíos.510

Quienes esperaban un milagro con el retorno de Perón a la Casa Rosada, se desilusionaron. El líder se encontraba ya en el otoño de su vida: avejentado, enfermo y rodeado de ayudantes que, al menos en algunos casos, despertaban interrogantes con sus conductas. El más destacado era José López Rega, quien desde mayo de 1973 estaba a cargo de la cartera de Bienestar Social. “Lopecito” había sido un agente de la Policía Federal que luego ascendió a la jerarquía de cabo primero, con la que se retiró a principios de los años sesenta. Cuando aún lucía el uniforme, escribió un tratado de 740 páginas titulado Astrología esotérica, redactado en un lenguaje difuso, que incluía extrañas teorías sobre “colores de nombres y de países” y sobre la importancia de los diversos estilos musicales para las idiosincrasias nacionales. Sus tendencias místicas le valieron el apodo popular de El Brujo. Tras ganarse la confianza de Isabel Perón, López Rega se trasladó a España, donde se desempeñó como custodio y luego como secretario privado del matrimonio, acumulando influencia y poder. Muchos comprendieron que el camino a Perón pasaba por López Rega y por ello convenía tener buenas relaciones con él.

El secretario general del Partido Justicialista por aquel entonces, Juan Manuel Abal Medina, dijo 25 años más tarde:

 

Cuanto más empeoraba la salud del General, más crecía la influencia de López Rega. En noviembre de 1972, López Rega no participó en ninguna reunión con contenidos políticos. Solamente entraba a esas reuniones para servir café. A fines de febrero de 1973 ya participaba en las reuniones y manifestaba a todos sus ideas. En abril ya se sentaba en el despacho de Perón e intervenía en las reuniones como uno de los dirigentes. López Rega se metía en todo y Perón se lo permitía.511

 

Por su parte, Eliezer Doron, entonces embajador israelí en Buenos Aires, escribió así sobre López Rega:

 

Con el regreso de Perón a la Argentina fue nombrado como ministro de Bienestar Social en el gobierno y, extraoficialmente, como el ‘Rasputín’ de la presidenta Perón, viuda del fallecido presidente. Fue acusado por la mayoría del pueblo argentino como sospechoso de corrupción, déspota, de haber asumido el control de Perón cuando estaba viejo y débil y de imponer su voluntad a la señora Perón después que asumió la presidencia. Logró escapar de regreso a Madrid antes del golpe de Estado militar [de marzo de 1976], dejando detrás su renombre como frívolo, atolondrado, ladrón y criminal [...] también se ganó la fama de antisemita [...] se ocupaba de astrología y parapsicología y por esas fuentes y estudiando el Talmud y la cabalá (así sostenía en su defensa) aprendió a valorar al pueblo judío y sus cualidades.512

 

López Rega era considerado como el promotor de un vuelco proárabe en la política exterior argentina y, particularmente, del estrechamiento de los vínculos con Libia, lo que generó preocupaciones tanto en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en Jerusalén, como en el seno de los judíos en Argentina. Una expresión simbólica del lazo que se estrechaba entre los dos países podía verse en el acuerdo entre el Instituto del Tercer Mundo de la Universidad de Buenos Aires y la embajada libia en Buenos Aires, por el cual se iban a distribuir los libros de Muamar el Gadafi en español y una antología de discursos de Perón traducidos al árabe se distribuiría en Libia.513 Libia era la principal abastecedora de hidrocarburos del país y después de que López Rega firmara con el régimen de Trípoli varios acuerdos económicos, afirmó que la presencia de judíos en el gobierno nacional ponía al país en una posición incómoda para negociar con países árabes, en una clara alusión a José Ber Gelbard.514 López Rega se convirtió en el canal por el cual el antisemitismo árabe “estatal” obtuvo cierta influencia en Argentina, sumándose al conocido repertorio de estereotipos arraigados, como los de deicidas, grupo étnico que no se asimilaba, comunistas revolucionarios, capitalistas que arruinaban la economía nacional o sionistas con doble lealtad.

La derecha peronista y los acólitos de López Rega no se limitaban a señalar a Gelbard, ministro de Economía, sino que extendían el alcance a otros tres destacados argentinos judíos que, en su opinión, servían a intereses “extranjeros”: Julio Broner, presidente de la CGE, el influyente periodista Jacobo Timerman y el banquero David Graiver. Una delegación de dirigentes de la DAIA fue recibida en audiencia por Perón y manifestó su preocupación por la proliferación de publicaciones antisemitas y por las agresivas acusaciones contra los judíos. Perón rechazó la teoría de una conspiración antiargentina que, supuestamente, se había tejido con la participación de judíos. La DAIA se ocupó de que estas posturas fueran publicadas en octubre de 1973. No obstante, Perón se abstuvo de condenarlas abiertamente o de desligarse de elementos antisemitas en el heterogéneo bando de sus seguidores. Mientras se declararan peronistas, pero no pretendieran hablar en nombre del líder, podían expresar sus diversas y a veces divergentes opiniones sobre todo tipo de asuntos, incluida la cuestión judía.

Cabe señalar que, si bien los cuatro presidentes que se sucedieron en la Casa Rosada durante 1973 se manifestaron en contra del antisemitismo, en la práctica las actividades antijudías se incrementaron y llegaron a colocar a la Argentina a la cabeza de los países en los que ocurrían estos incidentes.515 Se oía reiteradamente sobre el “Plan Andinia”, según el cual supuestamente los “Sabios de Sión” se unían al sionismo internacional y al Estado de Israel para planificar la separación de las provincias patagónicas argentinas y establecer allí un segundo Estado judío.516 A ello se sumaban publicaciones como Ulises y Cabildo, que agitaban contra la supuesta gran influencia judía que se dejaba sentir en Buenos Aires.517 En el país sudamericano comenzó a expandirse el uso del concepto de “sinarquía” para denominar la conspiración internacional antiargentina, en la que teóricamente coparticipaban el capitalismo, el comunismo, el sionismo y la masonería. Perón mismo utilizó este concepto en varias ocasiones y lo vinculó entre otros, antes de regresar al poder, a los judíos o a los sionistas.518 Pero no se trataba solamente de un discurso antisemita, sino también de acciones que podían llegar al daño físico, y que en parte se atribuyó la derechista y antijudía Alianza Libertadora Nacionalista. Hubo atentados, entre otros, contra la sinagoga sefardí Shalom en Buenos Aires y contra varios centros comunitarios en diferentes lugares del país, además de graffiti de lemas antisemitas en las paredes de edificios en diversos sitios. No obstante, debe verse esta agresión en el amplio contexto de la ola de violencia general que sacudió a toda la sociedad argentina en los años setenta.

Para garantizar un trato más favorable de las distintas facciones peronistas, aún en la era posterior a Perón, la DAIA publicó una recopilación de discursos del líder, de los años cuarenta y cincuenta, e informes de las audiencias en que recibió a los dirigentes de esta organización comunitaria en los años 1973 y 1974, que tenían como común denominador la expresión de simpatías de Perón por la colectividad judía de su país y condenas tajantes al antisemitismo y el racismo.519

 

La muerte de Perón

El fallecimiento de Perón, el 1 de julio de 1974, fue una buena oportunidad para que también los medios de comunicación israelíes publicaran sus resúmenes y sus estimaciones, que volvían a expresar las posturas de los diversos periódicos, no solo respecto de los sucesos de los últimos tiempos sino sobre el fenómeno peronista en general. Iediot Ajronot, habitualmente más sensacionalista que los demás diarios, abundó una vez más en fotos de la Argentina y en descripciones de las lágrimas y la histeria en las calles de Buenos Aires.

Al Hamishmar, que en los años cuarenta y cincuenta intentó en más de una oportunidad descifrar el significado de este movimiento social y político, publicó escuetamente sobre la Argentina y no mencionó nada sobre el imponente funeral de Perón, que traía a la memoria las imágenes del duelo masivo por la muerte de Evita en julio de 1952. Al día siguiente del deceso publicó la noticia bajo el título “¡Murió Perón! Juan Perón, el hombre fuerte de Argentina en los cuarenta y cincuenta, que volvió al gobierno el año pasado”.520 También sacó una pequeña nota, “La leyenda de los Perón”, con una breve reseña histórica y una referencia al origen social “problemático” de la viuda, Isabel Martínez, que “fue bailarina de estilo oriental en Panamá” y heredaba ahora el cargo.521 La nota destacaba las buenas relaciones del difunto general con Israel, en contraste con sus débiles lazos con los países árabes. En términos generales puede decirse que Al Hamishmar mantuvo una línea favorable a Perón en vísperas de su retorno a la Argentina, pero el trato se enfrió en cierta medida después del regreso.

En otros diarios era aún más patente la dicotomía al destacar las buenas relaciones de Israel con la Argentina peronista y la crítica dura a lo que se presentaba como un régimen tiránico rígido, que no permitía las actividades de la oposición.522 Todos los medios destacaron la polarización de la sociedad argentina con respecto a Perón y su gobierno. Así, por ejemplo, Maariv afirmaba que numerosos argentinos odiaban a Perón “por los medios con los que se mantuvo en sus dos primeros mandatos presidenciales de las décadas del cuarenta y del cincuenta, cuando aprovechó el apoyo popular que tenía para reprimir a la oposición y las libertades individuales, aunque muchos más lo amaron y respetaron aun durante los 18 años de su exilio, provocado por un golpe de Estado militar que lo derrocó”.523 Tres días más tarde, el mismo Maariv publicó una extensa nota del diplomático Jacob Tsur, quien presentaba a Perón de modo sumamente positivo.524 Tsur, que comprendió mejor que la mayor parte de los funcionarios israelíes el fenómeno peronista, incluyó el punto de vista personal, como quien conoció a Perón relativamente de cerca. El veterano diplomático pretendía revelar también el rostro humano del mandatario fallecido y explicar los abundantes contrastes de su personalidad. Pareciera que en su nota, Tsur intentaba descifrar el secreto del carisma y del éxito de Perón y así responder a la pregunta de por qué su muerte dejaba un espacio vacío tan grande. Es evidente que Tsur apreciaba a Perón como gobernante poderoso y dotado de las cualidades que le hubieran permitido, de ser más joven, cambiar la situación de su país.

En un editorial, Davar estimaba que “el ocaso del peronismo tras la muerte de Perón será aún mucho más rápido que el ocaso del gaullismo tras el retiro de De Gaulle”.525 Pero el proceso en Francia no había incluido enfrentamientos violentos, entre otras cosas por la tradición democrática gala, de la que carecían Argentina y el peronismo, por lo que cabía el temor de que se produjeran graves choques “e incluso derramamientos de sangre”. El órgano de la Confederación de los Trabajadores advertía que en la nueva constelación acechaba un peligro concreto de violencia antisemita, llamando a los líderes del judaísmo argentino a que estuvieran alerta y a la altura de las circunstancias.

También Haaretz estimaba que la muerte de Juan Perón dejaba un espacio vacío “que los argentinos tendrían dificultad en llenar”. Y agregaba: “Todas las fuerzas políticas y sociales del país se organizaron en torno a él. Su desaparición conducirá tarde o temprano a que se agudicen las líneas ideológicas de los partidos. Su muerte también provocará la escisión entre elementos muy distintos entre sí, que Perón logró aglutinar”.526 En vísperas de la muerte de Perón, había publicado que la enfermedad del presidente estaba vinculada a la dolencia más profunda de la República. Decía:

 

De hecho, regresó a pedido de los gobernantes militares cuando la situación social del país estaba al borde de la explosión [...] El movimiento obrero siguió siendo “peronista”. Pero en el populismo con vestigios fascistas que caracterizó al movimiento durante su primer gobierno, hubo un cisma entre la derecha y la izquierda, donde la izquierda adopta cada vez métodos de terrorismo urbano, que amenaza con una guerra civil en la Argentina.527

 

Haaretz enfatizaba además que en su último período en la presidencia la política de Perón se caracterizó por la moderación y el conservadurismo, en comparación con lo que había ocurrido en las décadas del cuarenta y el cincuenta. De todos los diarios en Israel, Haaretz fue el único que continuó actualizando en forma corriente a sus lectores sobre lo que ocurría en Argentina después de la muerte del General y de que su viuda asumiera el cargo presidencial en su lugar.

 

La bailarina, del cabaret a la Casa Rosada

No habían transcurrido dos semanas desde la muerte de Perón, cuando el enviado de la Confederación de los Trabajadores en Buenos Aires escribió:

 

Es muy difícil aún evaluar el significado concreto que se desprende de la desaparición de quien fuera durante los últimos 30 años el eje central de la vida política en la Argentina [...] El punto más destacado que salta a la vista en estos días es el hecho de que pese a haber sido durante tantos años el centro neurálgico del país, ha legado tan poco a las generaciones futuras. Es un hecho que el observador imparcial encontrará a la Argentina posterior a Perón como un país afectado por el conflicto interno, carente de prestigio internacional, sin un liderazgo digno e inmerso en una profunda crisis económica. Peor aún que todo esto, no hay indicios de que en el futuro cercano el país pueda sobreponerse al shock que le provocó la desaparición de su líder. Por el contrario, por lo visto se espera que haya una lucha por el poder entre las diversas facciones del movimiento peronista [...] La solución que los argentinos conocen desde hace varias generaciones puede aparecer en la forma de un nuevo golpe de Estado militar, que conducirá al país a una etapa adicional de inestabilidad y amargura.528

 

Naturalmente, la imagen de Isabel Martínez de Perón, la nueva presidenta, despertó la mayor atención de los medios de comunicación en el mundo, incluidos los israelíes, entre otras razones porque a sus 43 años era la primera mujer en la historia que llegaba al poder en el hemisferio occidental.529 Todos insistían en que recibió el cargo por herencia, sin relación alguna con su experiencia o sus aptitudes. Iediot Ajronot lo presentó como el capítulo de una novela romántica, describiendo el ascenso de una bailarina carente de recursos y haciendo caso omiso de las consecuencias concretas que los sucesos en Argentina tendrían en las vidas y los destinos de millones de personas.530 Maariv, que no se destacaba precisamente por su simpatía hacia Perón, publicaba una nota despectiva sobre los intentos de Isabelita de imitar el estilo de Evita.531

La biografía de la nueva presidenta era presentada de forma poco halagüeña: “La delgada morena que trabajó como bailarina en un cabaret de Panamá, donde encontró a Juan Perón, fue al comienzo su secretaria, luego su mujer y ahora prestaba juramento como presidenta en ejercicio de la Argentina”. Los diversos periódicos recordaron que Isabel provenía de una familia pobre, que no había completado sus estudios primarios y que solo los esfuerzos de su madre habían permitido que continuara con sus clases de danza. Asimismo, subrayaron que Perón mismo impuso a su esposa al sistema político argentino.532 Durante varias semanas, los medios tuvieron dificultades para caracterizar la línea que seguiría la viuda y se refirieron a ella con dudas y desconfianza: “La gran pregunta que se presenta ahora a la Argentina es si la señora Perón podrá impedir el intento de la izquierda y de la derecha y aprovechar la oportunidad [...] como un intento de hacerles frente para dominar el país”.533

Menos de dos años detentó Isabel Perón el poder, período en el que se aceleró la caída al abismo de la violencia política asesina. Ya en su segunda semana en el cargo, fue baleado el exministro del Interior, Arturo Mor Roig. En la prensa israelí se destacó el asesinato también del director del diario platense El Día, David Kraiselburd, de origen judío. Kraiselburd fue secuestrado en pleno día en el centro de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, por un grupo de hombres armados. Al cabo de algunos días fue encontrado su cadáver en una casa, tras un enfrentamiento armado con la policía. En Hatzofé escribieron que Kraiselburd “defendió vehementemente a Israel y los asuntos judíos desde su diario”.534

En la práctica, había comenzado una guerra abierta entre la izquierda y la derecha. Según los informes de Amnistía Internacional, solo en 1974 hubo en Argentina 300 asesinatos políticos. Datos publicados por The Buenos Aires Herald señalaron un saldo de 1100 muertos por violencia política en el curso del año siguiente, 1975. La mayor parte de estas acciones fueron producto de brigadas derechistas. El concepto de “subversión” fue ampliado y aplicado de forma arbitraria, de modo que permitió sembrar el miedo entre los partidos políticos, la prensa, las universidades, el sistema judicial y los sindicatos. El método del secuestro y desaparición de personas, tan característico del régimen militar que defenestró a Isabel en marzo de 1976, ya se había extendido ampliamente en 1975. El gobierno peronista de Isabel, que adoptaba ahora una política económica de derecha con rasgos autoritarios, se caracterizó por la crisis política y financiera, el terrorismo y una inflación galopante. La Alianza Anticomunista Argentina (AAA), que funcionaba con el visto bueno del ministro López Rega, prefirió en numerosas oportunidades elegir sus víctimas entre los judíos, vinculados o no a la izquierda.

La combinación entre violencia política, espiral inflacionaria y una presidenta carente de autoridad política y moral era casi una invitación abierta a un golpe militar. El 24 de marzo de 1976, las fuerzas armadas coordinaron sus acciones y tomaron las riendas del poder. El nuevo gobierno comenzó a desmantelar el Estado de bienestar peronista en sus diversas instancias y a liquidar a diversas facciones de la izquierda. En este contexto los argentinos judíos pagaron un alto precio en sangre.535

La prensa israelí dedicó un espacio relativamente extenso a los sucesos en Argentina y siguió con atención lo que pasaba en Buenos Aires. Esto resalta más cuando se considera que a partir de octubre de 1973, el sistema político y la sociedad en Israel, y por consiguiente también los medios de comunicación, estaban ocupados en digerir la crisis que produjo la guerra de Yom Kipur, con su alto precio en víctimas, y por entender quiénes fueron los responsables de la debacle. Al igual que en el primer período peronista, finalizado en setiembre de 1955, tampoco en esta etapa la imagen del régimen en la prensa israelí fue unidimensional ni uniforme, aunque con el correr del tiempo cambiaron los énfasis en los periódicos.

A fines de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta, la imagen del peronismo era más compleja. Perón aparecía en gran medida como un amigo de Israel y como quien había tendido una mano para ayudar al joven Estado, que luchaba por su existencia y tenía grandes dificultades económicas para poder recibir las masivas olas migratorias que llegaban a sus costas. Esta imagen era menos recurrente en los medios en los años setenta. Las expresiones antisemitas de alguna gente de la derecha peronista y de varias figuras de la CGT han contribuido a crear una imagen exagerada y distorsionada de un peronismo antijudío, que aún persiste y que no diferencia entre las primeras dos presidencias de Perón y la tercera, que se desarrolló en un contexto nacional e internacional completamente distinto.

Davar expresó su satisfacción por el retorno del peronismo al poder. Como órgano de la Confederación de los Trabajadores israelíes hizo hincapié en la base popular y obrera del movimiento peronista, y por su vinculación oficialista puso de relieve los intereses directos del Estado de Israel y su política exterior. Al Hamishmar, dependiente del partido MAPAM, modificó su postura otrora hostil hacia el peronismo y mostró cierto entusiasmo por el fortalecimiento del ala izquierda dentro del movimiento justicialista. En consecuencia, manifestó su satisfacción por el triunfo de Cámpora y el retorno de Perón a su patria. Gradualmente, debido en parte al giro a la derecha de Perón, su entusiasmo fue decreciendo. Maariv y Haaretz publicaron la cobertura más amplia y variada sobre los acontecimientos en Argentina, correspondiendo al vespertino un enfoque soberbio y crítico de la política argentina en general y del peronismo en particular.

 

La inclusividad étnica del populismo peronista

Volviendo al punto de partida de este libro, insisto en la necesidad de reevaluar las actitudes de los argentinos de origen judío hacia el peronismo y las relaciones de Perón, su movimiento y su gobierno hacia los judíos y el Estado judío en los años cuarenta y cincuenta. El surgimiento del peronismo a mediados de la década de 1940 se considera un punto de inflexión crítico en la historia moderna de Argentina, y su impacto en la sociedad contemporánea es duradero. La mayor parte de los estudios se han centrado en diversos procesos de desarrollo económico y modernización social en la Argentina peronista, prestando poca atención a la inclusión de diferentes grupos étnicos de inmigrantes y sus descendientes nacidos en ese país.

La década peronista fue un tiempo de transformación de los significados y de las fronteras de la ciudadanía en el país sudamericano, donde se produjeron cambios profundos. Las acciones gubernamentales contribuyeron a la promoción de un debate sobre la comprensión y conceptualización de la ciudadanía. En aquellos años, Argentina experimentó también cambios en la representación política y, simultáneamente, se transformó para empezar a convertirse en una democracia participativa y en una sociedad multicultural. Las identidades étnicas se volvieron menos amenazantes para el concepto de “argentinidad”. En lugar de fomentar la tradicional idea del “crisol de razas”, el régimen otorgó una creciente legitimidad a las “identidades con guión” o identidades múltiples, y puso énfasis en la amplia variedad de fuentes culturales sobre las que se cimentaba la sociedad argentina. De este modo, las autoridades concedieron un reconocimiento sin precedentes a la variedad multicultural.

Este libro ha examinado los esfuerzos del peronismo por movilizar apoyo entre la población judeoargentina, en especial mediante la sección judía del movimiento peronista, la Organización Israelita Argentina (OIA). Los líderes de la OIA abogaron por la integración social de los judíos; al mismo tiempo, sustentaron una identidad que, subrayando la nacionalidad argentina, no repudiaba su judaísmo o su sionismo, incluyendo los lazos sentimentales con la imaginaria madre patria de Israel. Así, con el apoyo del gobierno desafiaban la visión anterior respecto al “crisol de razas”.

El concepto de ciudadanía puede servir como lente y marco analítico para comprender la transformación de la relación entre los argentinos judíos, las instituciones y los símbolos del Estado argentino. Cualquier discusión sobre ciudadanía tiene que ver con pertenencia e integración a una comunidad política. En la Argentina preperonista, por lo menos a nivel del discurso público, había poco espacio para los no católicos. Desde sus primeros días como Estado-nación independiente, los estadistas e intelectuales de Argentina se preocuparon por la composición demográfica del país. Muchos compartían la idea de la necesidad de alentar la inmigración para “blanquear” la población y garantizar el desarrollo y el progreso, pero no todos estuvieron de acuerdo respecto de quién podía ser considerado argentino. Entre las élites liberales, aún los más acérrimos promotores de la inmigración hacían suya la idea del crisol racial. Se esperaba que todos los recién llegados, en especial quienes no eran católicos y/o europeos, abandonaran las costumbres e idiosincrasias que traían consigo de sus países de origen para favorecer la nueva cultura que surgía en la sociedad de inmigrantes. La idea de una Argentina esencialmente blanca, cristiana, descendiente de europeos, era fundamental en los debates sobre la identidad nacional. Esta inquietud y las presiones para lograr la homogeneidad cultural y la asimilación se agudizaban en particular entre quienes estaban vinculados con los sectores nacionalistas católicos y xenófobos.

Como movimiento populista, el peronismo se caracterizó por su postura antiliberal. Ello hizo posible que desafiara las ideas tradicionales sobre el crisol racial argentino. Surgieron puntos de vista y enfoques novedosos que ampliaban el significado de la política y la ciudadanía por igual. Entonces, ¿qué cambió el peronismo en la relación entre etnicidad, ciudadanía, argentinidad y Estado? La respuesta simple es que a) el peronismo fue más allá de los derechos legales otorgados a los judíos como ciudadanos argentinos, y les ofreció también derechos políticos; b) legitimó el deseo que muchos de ellos tenían de ostentar una identidad doble. La representación política en la Argentina de Perón se volvió un tanto corporativa bajo su visión de la “comunidad organizada”. Confirió al Estado un papel mediador entre distintos sectores o grupos de interés sociales, económicos y profesionales. Resulta interesante que, al lado de poderosos grupos organizados como los enmarcados en la Confederación General del trabajo (CGT), la Confederación General Económica (CGE), la Confederación General de Profesionales (CGP), la Confederación General Universitaria (CGU), o incluso la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), también se reconociera a las comunidades étnicas. Perón a menudo conversaba con los líderes de las asociaciones judía, española, italiana o árabe y, de este modo, reconfiguraba los criterios de pertenencia a la comunidad política argentina, abriendo las puertas a lo que sería, décadas más tarde, la multicultural Argentina contemporánea.

 

Notas:

452 Mundo Peronista 21, 15.5.1952, 50 (los subrayados en el original).

453 Spruille Braden, “The Germans in Argentina”, Atlantic Monthly 17, abril 1946, 43. Sobre Braden y su lucha contra Perón, ver Braden, Diplomats and Demagogues; Gary Frank, Juan Perón vs. Spruille Braden…; Albarto P. Vannucci, “Elected by Providence…”, 49-73; Fabián Bosoer, Braden o Perón…

454 Citado en Ignacio Klich, “A Background to Perón’s Discovery of Jewish National Aspirations”, en: Judaica Latinoamericana, Vol. I, Jerusalén: Magnes, 1988, 202.

455 Citado en James Bruce, Those Perplexing Argentines. Nueva York: Longmans, Green and Co., 1953, 10.

456 Jacob Tsur, Cartas credenciales, 45.

457 Ver Louis Lipsky, Memoirs in Profile. Fildadelfia: Jewish Publication Society of America, 1975, 579-580.

458 J.H. Stiller, George S. Messersmith – Diplomat of Democracy. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1987, cap. 7. Sobre la imagen de Perón en la prensa occidental, ver Raanan Rein y Claudio Panella (comp.), Peronismo y prensa escrita, segunda parte.

459 George S. Messersmith Papers, Universidad de Delaware, memorando secreto para el Secretario, “Inter-American Collaboration”, 10.12.1946, 14; Carta personal a Little, 12.3.1947 e informe confidencial del 29.4.1947.

460 Ver, por ejemplo, GSM Papers, carta personal y confidencial a Sulzberger, 25.9.1946, 3.4.1947.

461 U. S. News and World Report, 19.4.1946; Time, 15.4.1946.

462 J.H. Stiller, George S. Messersmith…, 245.

463 Nufer al Departamento de Estado, 5.2.1953, NA, 611.35/2-553.

464 Ver recortes de prensa de noviembre de 1947 en James Bruce Papers, University of Maryland’s Library, College Park.

465 Jacob Tsur, Cartas credenciales, 119.

466 “Por la felicidad y la grandeza de todos los pueblos”, Mundo Peronista 80, 1.2.1955, 12-14 y “Un periodista extranjero”, Mundo Peronista 61, 15.3.1954, 15-16.

467 Jacob Tsur, Cartas credenciales, 62. Ver también 115, 124-125.

468 Haaretz, 17.6.1955, 19.9.1955 y 20.9.1955.

469 Maariv, 17.6.1955.

470 S. Ner, “Perón y ‘los descamisados”, Maariv, 20.6.1955.

471 Maariv, 20.9.1955.

472 S. Shafir, “El golpe militar en la Argentina”, Davar, 21.9.1955.

473 M.B., “La rebelión en la Argentina y sus conclusiones”, Hatzofé, 20.6.1955.

474 Hatzofé, 20.9.1955 y 22.9.1955.

475 “Guerra civil en la Argentina”, Herut, 20.9.1955. Véase también la nota favorable en el recuadro “Nombres en las noticias – Juan Perón”, publicado el mismo día.

476 M. Najumi, “Cómo han derrocado a Perón”, Al Hamishmar, 22.9.1955 y B.B. “¿Qué ocurre en la Argentina?”, Kol Haam, 19.6.1955.

477 B.B., “¿Qué ocurre en la Argentina?”, Kol Haam, 20.9.1955.

478 I. Toledo, “El régimen de Perón: su retrato y su futuro” (en hebreo), Molad, N° 51 (julio 1952), 143-151; I. Versano, “El régimen justicialista en la Argentina” (en hebreo), Mibifnim (mayo 1956), 411-424.

479 Jacob Tsur, Cartas credenciales, 212.

480 Caspi, D. y Limor, I., Los intermediarios: los medios de comunicación en Israel, 1948-1990 (en hebreo). Jerusalén: AM Oved, 1992.

481 Alejandro A. Lanusse, Mi testimonio. Buenos Aires: Lasserre, 1977; Lanusse, Protagonista y testigo. Buenos Aires: Marcelo Lugones, 1988.

482 Ver Jacob Tsur, Cartas credenciales, 210; A. Alón a M. Hatzor, 21.12.1972, Archivo P. Lavón del Partido Laborista, Tel Aviv, División 208 IV, Exp. N° 6007; y el artículo del encargado de noticias internacionales en Maariv, Shaul Ben Haim, “[Un] peronismo sin carisma”, Maariv, 24.5.1973.

483 Horacio Verbitsky, Ezeiza. Buenos Aires: Planeta, 1995; José Pablo Feinmann, López Rega, la cara oscura de Perón. Buenos Aires: Legasa, 1987.

484 Haaretz, “Del derrocamiento al retorno”, 20.11.1972.

485 Haaretz, 21.11.1972.

486 Haaretz, 14.6.1973.

487 Davar, 5.6.1973, 15.6.1973.

488 Egon Friedler, “Un ministro judío en la Argentina”, Davar, 18.6.1973.

489 Entrevista del autor con Joel Barromi (Jerusalén, 2.12.1986).

490 Maariv, nota de Yehoshua Bitzur, 18.6.1973.

491 Davar, “Perón retorna a la Argentina”, editorial, 21.6.1973.

492 Jacob Tsur, Cartas credenciales, 213; Alón a M. Hatzor, 20.8.1973, Archivo Lavón, División 219-4, Exp. N° 10 A.

493 Al Hamishmar, nota de Dalia Shjori, 17.6.1973.

494 Al Hamishmar, 24.6.1973.

495 Haaretz, 22.6.1973.

496 Maariv, 21.6.1973.

497 Al Hamishmar, 22.6.1973. Al respecto, ver también Hatzofé, 22.6.1973.

498 Davar, 25.9.1973.

499 Maariv, 23.9.1973.

500 Jacob Tsur, Cartas credenciales, 216.

501 Hanoch Bartov, “Viva Zapata”, Maariv, 25.9.1973, 5.

502 Al Hamishmar, 25.7.1973.

503 Haaretz, 24.9.1973.

504 Iediot Ajronot, 25.9.1973.

505 Haaretz y Davar, 23.10.1973; Aurora, 17.10.1973. Ver también Jacob Tsur, Cartas credenciales.

506 Ver el artículo de Natán Lerner, “América Latina: orígenes” y el testimonio de Jacob Tsur en Moshe Davis (comp.), Identificación de la Nación con el Estado por la guerra de Yom Kipur (en hebreo). Jerusalén: Instituto de Judaísmo Contemporáneo, 1975.

  • Raanan Rein
    Rein, Raanan

    Raanan Rein (Guivatayim, 1960) es un historiador israelí, a cargo de la cátedra Elías Sourasky de historia española y latinoamericana y exvicepresidente de la Universidad de Tel Aviv.1 Desde el año 2005 dirige el Centro S. Daniel Abraham de Estudios Internacionales y Regionales en esa universidad. Es miembro correspondiente en Israel de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina (ANH)2 y fue presidente de la Latin American Jewish Studies Association (LAJSA).3 El gobierno argentino le ha concedido el título de Comendador de la Orden del Libertador San Martín4​ por su aporte a la cultura argentina. El Estado español le otorgó el título de Comendador en la orden del Mérito Civil. Sus investigaciones actuales se centran en la comunidad judía argentina y su relación con el peronismo; el deporte y la política en Argentina; las organizaciones judías de autodefensa en Argentina; y la participación de voluntarios judíos en las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil Española.
    Raanan Rein nació en la ciudad de Givataim, dentro del área metropolitana de Tel Aviv (Israel), donde cursó estudios en colegio secundario “Shimon Ben Tzvi”. Está casado con la doctora Mónica Esti Rein y es padre de dos hijos. En los años 80 estuvo a cargo de diversos puestos en la prensa y los medios de comunicación israelíes, entre los cuales se cuentan: editor de noticias internacionales de la estación de radio de Galei Tzahal; analista de asuntos internacionales en el periódico Hamishmar; miembro del grupo fundador del diario Hadashot, del que fue el primer editor de la sección internacional. Durante este periodo publicó cientos de artículos y reportajes en un variado número de periódicos y revistas israelíes.
    Simultáneamente a su trabajo como periodista, Raanan Rein completó sus estudios académicos en la Universidad de Tel Aviv. Se graduó en 1986 en dicha universidad con una licenciatura en Ciencias Políticas e Historia. Su tesis doctoral, dirigida por los profesores Shlomo Ben-Ami y Tzvi Medin, analizaba la alianza entre Franco y Perón y las relaciones entre Argentina y España durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. En 1992, tras obtener su título de doctor en historia, se vinculó al Departamento de Historia de la Universidad de Tel Aviv, y en 2001 alcanzó el grado de profesor titular, designado unos años después como catedrático de historia española y latinoamericana.
    Paralelamente a su extensa vida académica, Rein ha mantenido también diversas posiciones administrativas en la Universidad de Tel Aviv. Fue miembro del Comité Ejecutivo de dicha universidad; miembro del Comité de Enseñanza de la Facultad de Humanidades entre 2003 y 2005; es el fundador y director del Centro S. Daniel Abraham de Estudios Internacionales y Regionales desde 2004; fue Vicerrector de la universidad entre 2005 y 2009. Igualmente, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España le designó como Miembro del Comité Internacional que evalúa centros de excelencia de la red de universidades españolas. Desde el año 2012 es Vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv. Rein es coeditor de la revista académica Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe (EIAL); editor de la colección de libros en español Nuevas miradas a la Argentina del siglo XX, publicada por Lumière en Buenos Aires; y editor de la colección Jewish Latin America: Issues and Methods, de la editorial Brill. Rein es igualmente miembro del consejo editorial de siete revistas académicas y ha sido editor invitado de números monográficos de diversas revistas, entre ellas History & Memory, Z'manin, Mediterranean Historical Review, y Jewish History. Rein fue profesor visitante en la Universidad de Maryland (College Park), Universidad Emory (Atlanta), y UADE (Buenos Aires).

    Libros:
    Adriana Brodsky y Raanan Rein (eds.). The New Jewish Argentina: Facets of Jewish Experiences in the Southern Cone. Boston, MA: Brill, 2013.
    Claudio Panella (eds). La segunda línea. Liderazgo peronista. Buenos Aires: Pueblo Heredero/ Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2014.
    David Sheinin y Raanan Rein (eds.). Muscling in on New Worlds: Jews, Sport, and the Making of the Americas. Boston, MA: Brill, 2015.
    Jeffrey Lesser y Raanan Rein (eds.). Rethinking Jewish-Latin Americans. New Mexico: University of New Mexico Press, 2008.
    Rein, Raanan. Argentina, Israel y los judíos: Encuentros y desencuentros, mitos y realidades. Buenos Aires: Ediciones Lumiere, 2001.
    Rein, Raanan. Argentine Jews or Jewish Argentines? Essays on Ethnicity, Identity, and Diaspora. Boston, MA: Brill, 2010.
    Rein, Raanan (ed.). Árabes y judíos en Iberoamérica: similitudes, diferencias y tensiones sobre el trasfondo de las tres culturas. Madrid: Tres Culturas, 2008.
    Rein, Raanan. Fútbol, Jews, and the Making of Argentina. Stanford, CA: Stanford University Press, 2015.
    Rein, Raanan. Franco, Israel y los judíos. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1996.
    Rein, Raanan. Juan Atilio Bramuglia. Bajo la sombra del Lider: la segunda línea del liderazgo peronista. Buenos Aires: Ediciones Lumiere, 2006.
    Rein, Raanan. Peronismo, populismo y política: Argentina, 1943-1955. Buenos Aires: Editorial de la Universidad de Belgrano, 1998.
    Rein, Raanan. La salvación de una dictadura: Alianza Franco-Perón, 1946-1955. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1995.

    Artículos:
    Raanan Rein y Ilan Diner. “Miedos infundados, esperanzas infladas, memorias apasionadas: Los grupos de autodefensa judíos en la Argentina de los años sesenta“, ESTUDIOS, Revista del Centro de Estudios Avanzados No. 26 (July – December, 2011): pp. 163-185.
    Rein, Raanan. "El Largo Camino al panteón de héroes: La tardía inclusión de los brigadistas de la Guerra Civil Española en la narrativa nacional Israelí", Revista Digital do NIEJ, Año 4, N. 6, (2012).
    Rein, Raanan. “A Trans-National Struggle with National and Ethnic Goals: Jewish-Argentines and Solidarity with the Republicans during the Spanish Civil War”, Journal of Iberian and Latin American Studies, JILAR, Vol. 20, No. 2, 2014, pp. 171-182.
    Rein, Raanan. "Diplomacy, Propaganda, and Humanitarian Gestures: Francoist Spain and Egyptian Jews, 1956-1968", Iberoamericana, No. 23 (2006): pp. 21-33.
    Rein, Raanan. "Echoes of the Spanish Civil War in Palestine: Zionists, Communists and the Contemporary Press", Journal of Contemporary History, Vol. 43 No. 1 (2008): pp. 9-23.
    Rein, Raanan. "Football, Politics and Protests: The International Campaign against the 1978 World Cup in Argentina" in S. Rinke/K. Schiller (eds.), The Relevance and Impact of FIFA World Cups, 1930-2010, (Goettingen: Wallstein, 2014) pp. 240-258.
    Rein, Raanan. "From Juan Perón to Hugo Chávez and Back: Populism Reconsidered", in Mario Sznajder, Luis Roniger and Carlos Forment (eds.), Shifting Frontiers of Citizenship: The Latin American Experience, (Boston, MA: Brill, 2013) pp. 289-311.
    Rein, Raanan. “The Eichmann Kidnapping: Its Effects on Argentine-Israeli Relations and the Local Jewish Community”, Jewish Social Studies, Vol. 7, No. 3 (2001): pp. 101-130.